Mi fusil y yo

Hay ideas en nuestra profesión, la de las armas, que, si bien todos tenemos interiorizadas y aceptadas, no necesariamente las tenemos definidas. Recuerdo que antes de desplegarnos desde la Escuela para unas elecciones, el Director nos dio algunas indicaciones. Entre ellas, se dispuso que no se autorizaba el uso de dependencias para dejar el armamento y, por lo tanto, nuestro fusil debía estar siempre bajo nuestro cuidado. Buscándolo o no, sus palabras sonaron como una suerte de arenga en mi cabeza. “¡Deberán comer con su fusil, entrenar con su fusil, dormir con su fusil y rezar con su fusil!”. Esta idea me quedó dando vuelta durante los momentos en que estuve apostado de guardia ese fin de semana; me recordó las usuales preguntas que oía cuando era civil acerca del uso de las armas por parte de las Fuerzas Armadas. “¿Por qué llevan armas en la calle?” “¡Pero si no estamos en guerra! A partir de eso, me nació la necesidad de responder.

¿Por qué llevamos un arma? Pienso que una respuesta podría ser “Para no tener que utilizarla, y, principalmente, para que usted no tenga que hacerlo”. Ahora bien, también me quedé pensando que esto podría ser más fácil de entender por parte de quienes vestimos uniforme, pero la verdad, creo que no basta con que sólo quienes lo hacemos comprendamos esta idea. Resulta fundamental que compartamos esta idea con los integrantes de la sociedad a la que nos debemos.

Como ya mencioné y por paradójico que resulte, llevo un arma para no tener que utilizarla. Mi fusil es mi herramienta de trabajo y la razón de este trabajo es mantener la paz. Entonces es necesario preguntarse ¿cómo mantenemos la paz? La respuesta proviene de la forma en la que el Estado de Chile entiende su Defensa Nacional; A través de la “disuasión”. Imaginemos que algo llevó a que usted tenga sentimientos revanchistas contra mí, que es una persona mal intencionada, o que sencillamente yo tengo algo que para usted es muy valioso y considera fundamental arrebatármelo. Usted podría, sin mayor inconveniente, llamar a algunos de sus amigos más robustos, buscarme en el momento del día en que sepa que estoy más cansado, entrar a mi casa, ejercer contra mí cuanta violencia estimen conveniente (o inclusive más) y tomar aquello que desea. Bueno, esto probablemente cambiaría en el momento en el que usted sabe que yo estoy armado, y no sólo que lo estoy, sino que, sobre todo, lo estoy aún más que usted, pues si su grupo de amigos también está armado, yo seguiría en desventaja.

La lógica detrás de la disuasión un tema de percepción. La idea es hacer que mi potencial adversario comprenda que, si ejerce la violencia contra mí, sus pérdidas serán mayores que cualquiera de sus potenciales ganancias y, a partir de ello, quitar de su cabeza la idea de atacarme o imposibilitar su voluntad de hacerlo. Entonces, retomando el cuestionamiento inicial ¿por qué llevamos un arma? Pues para convencer lo suficiente a una eventual amenaza para que no piense que tiene posibilidades de ganar si nos obliga a utilizar la fuerza en su contra. Esto es la disuasión, una apuesta que le ha traído a Chile 140 años de ausencia de conflictos armados y que esperamos se siga proyectando hacia el futuro.

Porto mi arma entonces para contribuir a preservar la paz. La porto como un acto profunda vocación de servicio, para que el día de mañana no sean las manos mis seres queridos las que deban portarla; la porto para proteger el suelo en el que se desarrolló nuestra infancia, esos lugares que marcaron nuestra juventud y asegurar un futuro de paz para quienes vivimos en esta tierra. Pero por sobre todo, porto mi arma para que usted pueda seguir disfrutando en paz y no se vea en la obligación tener que portar un fusil.

Fuente de la imagen: Cuenta de Instagram del Ejército de Chile disponible en https://www.instagram.com/p/C3yiJ-Zxzih/?img_index=1

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