15 de Mayo de 2025

VOLUNTAD DE LUCHA: El concepto más repetido y menos pensado del Ejército

 

En el Ejército, pocos conceptos gozan de tanto prestigio como “voluntad de lucha”. Se invoca en discursos, manuales, reuniones y pasillos como afirmación incuestionable: “Ese batallón resistió por su voluntad de lucha”, “La victoria se logró gracias a la voluntad de lucha”. Incluso fuera de lo bélico, el término conserva prestigio mítico: se ejecutó bien una ceremonia, se cuadró el presupuesto, se aprobó un proyecto o se rindió una evaluación, probablemente fue por “voluntad de lucha”. A este ritmo, pronto explicará la mantención de vehículos.

Clausewitz propone esta idea. La guerra es un duelo entre voluntades que buscan imponerse. La victoria consiste en quebrar la voluntad del enemigo mientras se mantiene firme la propia. Entiende la voluntad como una fuerza política organizada, orientada con propósito. Reducirla a impulsos emocionales o a motivación pasajera es desconocer su contenido y al autor.

La voluntad es la capacidad de sostener una intención racional bajo condiciones extremas: pensar, decidir y actuar con dirección incluso en el caos. Al añadirle el apellido “de lucha”, se vuelve un concepto complejo. A diferencia de términos simples como “arma” o “soldado”, que remiten a realidades empíricas o analíticas, los conceptos complejos exigen contexto y elaboración. Lo mismo ocurre con expresiones como “violencia legítima” o “guerra híbrida”: no se entienden por repetición, sino por reflexión.

El uso reiterado del concepto “voluntad de lucha” exige reflexión. ¿Qué significa querer luchar? ¿Qué idea de ser humano está detrás de ese impulso? ¿Es natural, cultural, metafísica? Se asume que su comprensión es inmediata, como si la experiencia bastara para dominar su sentido. Pero si queremos usar este concepto como pilar del liderazgo militar, primero debemos comprender sus fundamentos. Eso requiere filosofía. La pregunta se impone: ¿qué es la voluntad?

La doctrina institucional destaca su importancia. El Manual de Liderazgo Militar del Ejército de Chile establece que liderar consiste, entre otras cosas, en “motivar la acción, levantar la fuerza moral y enardecer la voluntad de un grupo de seres humanos dispuestos a enfrentar el peligro y lograr la victoria, hasta rendir la vida si fuese necesario”. Esta formulación sitúa la voluntad como elemento central en la conducción y cohesión de las fuerzas. La pregunta se impone: ¿qué es la voluntad?

Si la voluntad tiene un lugar central en el pensamiento militar, revisemos a filósofos que dedicaron su vida a este concepto: Arthur Schopenhauer y Friedrich Nietzsche.

Schopenhauer define la voluntad como realidad última del mundo: una fuerza ciega, irracional e incesante que se manifiesta en todo lo existente. En El mundo como voluntad y representación, sostiene que lo percibido como mundo objetivo es representación: construcción del sujeto. Detrás de esa apariencia, lo que existe es voluntad, una energía metafísica que impulsa sin finalidad ni razón, expresada en la naturaleza y lo humano. Se manifiesta como deseo constante, necesidad, impulso vital sin reposo. Schopenhauer llama a esta manifestación “voluntad de vivir”: impulso por conservarse, perpetuarse y afirmarse en la existencia. Pero esa misma voluntad es también fuente de sufrimiento, porque desear es carecer, y satisfacer un deseo da paso a otro. La existencia es, por estructura, dolorosa. Desde esta concepción, la voluntad de lucha no es una decisión racional ni un ideal moral, sino una forma específica de la voluntad de vivir bajo condiciones extremas: sobrevivir.

Frente a esta cadena interminable de deseo y sufrimiento, Schopenhauer propone una única salida: negar la voluntad, suspender su dominio mediante el desapego del querer. Esta negación se expresa en la compasión, el ascetismo y la supresión del ego: actos donde la voluntad deja de afirmarse y, por un instante, cede. Así, el combate puede entenderse como revelación doble: muestra la potencia de la voluntad de vivir y abre el camino para reconocer su sinsentido y, con ello, la posibilidad de una ética basada en el reconocimiento de un sufrimiento común.

Nietzsche comparte con Schopenhauer el diagnóstico: la voluntad es el núcleo de la existencia. Pero donde Schopenhauer ve sufrimiento y propone la renuncia, Nietzsche ve afirmación y creación. La voluntad no debe negarse, sino intensificarse; no replegarse, sino organizar y jerarquizar. A esta fuerza activa que da forma al caos, Nietzsche la llama voluntad de poder: no simplemente dominar, sino configurar el mundo según una forma que nace de la fuerza. La voluntad de poder no busca adaptarse, sino imponer estructura, producir sentido, fundar jerarquía. En La genealogía de la moral, distingue entre quienes crean valores y quienes los heredan: los primeros actúan desde la afirmación, los segundos desde el resentimiento. Los valores aristocráticos nacen de la fuerza que se celebra a sí misma; los valores de los débiles nacen del dolor reactivo que niega lo que no puede alcanzar. Solo quien crea desde su propia fuerza está en condiciones de mandar. El mando no consiste en obedecer valores: consiste en crearlos.

Entonces, ¿cuál voluntad sostiene nuestra idea de “voluntad de lucha”? ¿La de vivir o la de poder? Si optamos por la primera, el mando se define por soportar, permanecer en pie mientras todo cae. La acción se reduce a una respuesta al dolor, y el combate se vuelve escenario de padecimiento compartido. En este marco, la voluntad de lucha no requiere dirección ni horizonte: basta con no rendirse.

Si elegimos a Nietzsche, el sentido cambia. Luchar ya no es resistir, sino afirmar, crear, fundar. El combate deja de ser un espacio de supervivencia y se vuelve el terreno donde se imponen formas y se jerarquizan sentidos. El líder no representa un orden previo: lo produce. No ejecuta lo heredado: lo transforma. La autoridad no proviene de ocupar un cargo, sino de expresar una fuerza capaz de crear valores y orientar la acción. No todo quien actúa conduce. Solo conduce quien afirma, desde su fuerza, una dirección. Solo conduce quien actúa desde su voluntad de poder.

¿Los valores que rigen hoy al Ejército son expresión de una fuerza creadora y aristocrática?, ¿O son los valores reactivos de una institución que ya no conduce, sino que solo administra lo heredado con la moral de los débiles?.

Paolo Costa

De día asesor VcM DIVEDUC, de noche doctorando en filosofía UCH; liberal por opción, Übermensch por destino. Virtud y voluntad forjan ascenso o ruina. Creo que la educación erigen ciudadanía libre y descansa el porvenir de la república.

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