31 de Octubre de 2025
Tregua de Navidad

La Tregua de Navidad de 1914: un ejemplo para el Chile de hoy.

En Diciembre de 1914 ocurre un hecho inesperado para los mandos de las grandes potencias que se encontraban envueltas en la 1ra Guerra Mundial. Miles de soldados de diversas nacionalidades, desplegados en distintos frentes, sin una orden previa y de manera espontánea ponen en riesgo su vida, dejan de lado sus armas y abrazan a sus enemigos como una señal de paz y amor. Este hecho, conocido en la historia militar como la Tregua de Navidad, logró imponer un alto en las operaciones militares y dar un respiro a los combatientes que desde julio del mismo año se encontraban sufriendo las consecuencias de la “guerra de trincheras”. Esta tregua, nos demuestra que aún en los conflictos más violentos, (20 millones de muertos y un número similar de heridos a lo largo de toda la guerra), un alto al fuego, permite avanzar para la resolución de los conflictos, pues nos hace salir del espiral de la violencia, valorar la humanidad de nuestros oponentes y mejorar las condiciones para un entendimiento. En estos días conflictivos para Chile, dónde la violencia se ha hecho parte cotidiana del paisaje urbano, qué bien nos vendría una tregua de navidad donde, sin olvidar nuestras diferencias, dejemos de lado las agresiones, valoremos a los que no piensan como nosotros y entendamos lo que el otro busca para llegar a un acuerdo. Para esto, salir del espiral de la violencia es el primer paso por dar.

Palabras sacan palabras, un golpe lleva a otro golpe y las balas se devuelven. Esta frase grafica el espiral de violencia, que evita que tomemos buenas decisiones para lograr un acuerdo entre las partes. El ser humano no se siente cómodo con los hechos violentos ni con la agresión y toma malas decisiones basadas, principalmente, en el instinto de supervivencia y la necesidad urgente de salir de las situaciones de peligro. Al ser sometido al peligro mediante una agresión, se activan los mecanismos de defensa y el razonamiento pasa a un segundo plano. Esta violencia, no sólo daña al otro, sino da pie para que el agredido se sienta con legítimo derecho de devolver la mano, ya sea de manera verbal o física. En este espiral es muy difícil que los involucrados reflexionen en resolver el problema que los enfrenta, su foco principal se dirigirá a eliminar la amenaza de la manera más rápida. El agresor, no será considerado como alguien capaz de entablar una conversación pues su actitud es inferior a la de un ser humano.

Entonces, el humanizar al otro, es esencial para terminar con el espiral de la violencia y lograr el entendimiento. Los integrantes de las partes en conflictos son seres humanos al igual que nosotros. Nacieron de una mujer, respiran, comen, duermen y se cansan. También, tienen miedos, prefieren sentirse seguros, tienden a hacer amigos y a preocuparse por el bienestar de su familia. Al igual que nosotros, disfrutan al sentirse realizados, defender y alcanzar sus ideales. Al dimensionar la humanidad del otro, lo vemos como un igual, como alguien que comparte todas nuestras características como seres humanos, dentro de las cuales está el respeto por la vida. De manera natural el ser humano le da valor a la vida y evita atentar en contra de la misma. Así también, nos damos cuenta que, tal como lo hacemos nosotros, está en busca de lograr lo que cree correcto.

Es en ese sentido que debemos escuchar a nuestros oponentes para comprender qué es lo que buscan. Las partes en un conflicto se enfrentan por un propósito que creen válido, por algo que, desde su punto de vista, les hace sentido y es legítimo. Estas convicciones los movilizan y son la base que impulsan sus acciones. Debemos entender que, normalmente, nuestro objetivo (así como el del otro), no es la destrucción de la otra parte, sino alcanzar algo que creemos que es necesario para mejorar la situación. Lo anterior, se moldea por las percepciones que se tienen sobre los mismos. Para los alemanes, la invasión a la neutral Bélgica era una opción válida para evitar mayores pérdidas humanas en la línea de Maginot (fuertemente defendida por los franceses). Sin embargo, para los belgas y británicos, representaba un acto cobarde y repudiable suficientemente grave para responder declarando la guerra. Por lo tanto, una profunda comprensión de la realidad de nuestros oponentes, nos permitirá buscar caminos de diálogo verdaderos.

En conclusión, tal como ocurrió hace más de 100 años, necesitamos una Tregua de Navidad. Una pausa que permita, tal como lo hizo con alemanes y británicos, compartir una taza de café, celebrar nuestras tradiciones, jugar un partido de fútbol y conversar mirándonos a los ojos. Un descanso que nos permita como chilenos salir del espiral de la violencia y de la agresión mutua en la que estamos inmersos. Solo así, podríamos empezar a reflexionar y escuchar al otro. Esta tregua nos permitirá darnos cuenta que a quienes nos enfrentamos son personas y no un conjunto de seres endemoniados que buscan nuestra destrucción o represión. Todos estamos defendiendo algo que creemos justo. Finalmente, no queda más que desear una Feliz Navidad y esperar que estas fechas nos traigan la tregua que tanto necesitamos para poder tener un próspero año nuevo.

Ernesto "Putnik" Cabañas

Aspirante a bloguero, que cree fehacientemente que en la discusión está la luz...

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Un comentario en “La Tregua de Navidad de 1914: un ejemplo para el Chile de hoy.

  1. Estimado don Andrés:
    Primero que todo, quiero agradecer no solo sus saludos navideños, sino que se haya hecho el tiempo de comentar y discutir el tema propuesto por el artículo. De ningún modo tomo a mal, “su supuesta falta de empatía” por no estar de acuerdo con mis ideas, sino que me alegra que alguien lo haga y, sobre todo, lo realice en público. Pasando ahora a la discusión, quisiera aclarar algunos puntos sobre el artículo y sobre su comentario.
    En primer lugar, creo que cometí un error en no conceptualizar qué se entiende por tregua y usar dos fotografías que pueden ser interpretadas de distinta manera. Quizás, en mi afán de hacer más atractivo el artículo, hice uso de imágenes que a mi parecer me parecían acordes a una suerte de “alto a la violencia”, sin dar mayores explicaciones del caso. Aprovecho, entonces, de aclarar que tanto las fotografías como el concepto de tregua en este artículo, sólo son usadas como un sinónimo a un alto a la violencia de cualquier tipo (sin mayor distinción). Ud. profundiza en una interpretación que es válida (de hecho, concuerdo en algunos puntos), sin embargo, no era mi intención discutir (en esta ocasión), sobre el significado de cada imagen.
    Pasando a su segundo punto, donde se refiere a que evito las palabras violencia y fuerza, quisiera recordar que un párrafo completo se refiere a la violencia y ese término se repite, por lo menos, en seis ocasiones. Lo que sí omito, es el uso de la violencia para la resolución de conflictos (lícita o ilícita). Es en este sentido que quiero precisar mi postura: En el artículo afirmo que si las partes en conflicto se dejan de agredir los unos a los otros (en todas sus formas), saldrían de el espiral de violencia y esto permitiría “humanizar” al contrario y poder escuchar su postura. Al escucharse (sin dejar de lado sus convicciones), podrían eventualmente abrir paso a un acuerdo. Lógicamente, para lo anterior, se requiere voluntad de todas las partes (y en todo nivel). Reconozco que mi postura es bastante idealista y difícil de lograr. Sin embargo, ¿Por qué desistir en la búsqueda de acuerdos? Creo que esto puede aplicarse en el seno de nuestros hogares, grupos de amigos y barrios, donde cada uno puede aportar con un grano de arena para lograr entendernos como chilenos, por lo menos, en una época de amor y paz como la navidad.
    Finalmente, reiterar mi agradecimiento por entregar sus puntos de vista y aportar a la discusión. Tal como lo he señalado con anterioridad, es en el intercambio de ideas donde crecen las mismas.
    Un abrazo don Andrés y estamos en contacto.

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