No puedo estar más de acuerdo con lo que plantea Cristian Lauriani en su artículo “Diez razones por qué un militar debe leer”, publicado el viernes recién pasado. Tanto, que me cuelgo de su atractivo título y les propongo debatir sobre lo que naturalmente sigue al acto de leer, que es simplemente escribir.
En efecto, el ejercicio intelectual leer tiene asociado el de analizar (descomponer el objeto para reflexionar críticamente sobre él) y sintetizar (recomponerlo con valor agregado), por lo que el paso siguiente debería ser el compartir y transmitir el conocimiento producido. Parece obvio, ¿qué sentido tiene generar ideas nuevas y guardárselas? Pero aterricemos el concepto o, como diría Alexis Sánchez, pongamos el balón en el suelo.
¿Por qué los militares debemos escribir?
- Hacer el pensamiento concreto.
Lo que hay en nuestra mente es una abstracción, que por cierto nosotros podemos tenerla muy clara, pero es imposible visualizarla. Cuando trasladamos el contenido de nuestras mentes a letras, lo hacemos concreto y entonces resulta posible verlo.
- Procesar mejor nuestras ideas.
Si podemos ver lo que estamos pensando, entonces tenemos la capacidad de optimizar nuestras opiniones, a través de reordenarlas, clasificarlas, vincularlas, compararlas, afinarlas y replantearlas (entre muchas otras acciones cognitivas).
- Transmitir nuestro pensamiento.
Al hacer concretas nuestras ideas, podemos compartirlas de mejor manera con nuestro entorno, con el evidente beneficio que esto tiene. En efecto, si las exponemos a otras personas que piensan similar a nosotros, ellos aportarán nuevos o mejores argumentos; si opinan distinto, someterán nuestras tesis a nuevas pruebas, obligándonos a ajustarlas, afinarlas o, si es del caso, a modificarlas. No olvidemos que el intelecto colectivo es infinitamente superior al individual.
- Retroalimentar nuestras propias ideas.
Un viejo profesor en mi querida Universidad Católica, mientras hacía mi maestría en Ciencia Política hace unos 20 años atrás, me devolvió un ensayo que era una evaluación importante dentro de su asignatura. “Es un muy buen trabajo, pero está verde….déjelo reposar”, me dijo con cara de sarcasmo. Ante mi incomprensión del mensaje, agregó “Póngalo en su maletín, olvídese de él y léalo otra vez en cinco días. Luego, hágale los ajustes que estime necesarios”. Por cierto, cuando volví a leerlo le encontré mil errores de forma y fondo, párrafos completos que no reflejaban exactamente lo que había querido expresar. ¿Cómo retroalimentar nuestras propias ideas si no las hemos puesto en algo que nos permita revisarlas objetivamente pasado algún tiempo?
- Construir gradualmente el conocimiento.
En ninguna ciencia existen mentes prodigiosas que explosivamente son capaces de generar soluciones en un solo acto intelectual. El conocimiento se construye gradualmente, paso a paso, día a día. En consecuencia, el plasmar imágenes mentales en textos, coopera a este círculo virtuoso de producir respuestas a nuevas interrogantes. Cabe recordar al periodista y escritor Ryszard Kapuściński, intelectual nacido en la actual Bielorrusia, quien afirmó: “Si entre las muchas verdades eliges una sola y la persigues ciegamente, ella se convertirá en falsedad, y tú en un fanático”.
- Facilitar el debate.
En el complejo, interconectado y dinámico mundo de hoy, la posibilidad de dejar escritas nuestras reflexiones nos coopera a debatir sobre ellas. ¿Qué más claro ejemplo que este mismo espacio virtual, en el cual dejamos nuestras opiniones disponibles a la lectura y crítica de quien quiera leerlas?
- Dejar evidencias.
La escritura permite dejar constancia de un proceso, lo que otorga trazabilidad a la construcción del nuevo conocimiento. Cuando se ignora lo que ha ocurrido entre una forma antigua y una nueva de hacer las cosas, es decir se carece de la evidencia, no se logra comprender el fundamento del cambio y se queda expuesto a reinventar la rueda (esforzarse por buscar soluciones a problemas aparentemente nuevos, solo por negarse a aceptar que la respuesta ya existe) o los tan frecuentes personalismos (hacer las cosas como una persona dice, solo por el hecho que es quien manda, es el más tozudo o es el que más grita). Lo escrito, entonces, se transforma en el gran testimonio de un proceso de cambio serio y fundamentado, siendo esto aplicable a problemas de todo tipo, disciplina, magnitud y complejidad.
- Administrar el conocimiento.
Hemos escuchado muchas veces que “las palabras se las lleva el viento”. En efecto, registrados en documentos físicos o digitales, los saberes quedan en instrumentos que permiten alcanzarlos, consultarlos o contrastarlos con otros. Es imposible almacenar y administrar el conocimiento que proviene de la lectura, la discusión o la propia experiencia empírica, pero que está solo en cada una de nuestras cabezas o que ha sido exteriorizado solo verbalmente. Toda esa carga cognitiva puede ser debidamente clasificada y utilizada, en la medida que exista un documento que dé cuenta de ella y un sistema que facilite un eficiente acceso.
- Obliga a hacerse responsable de sus ideas.
Cuando se escribe, se deja constancia de nuestro pensamiento. Nadie puede argumentar “yo no lo dije”, cuando está escrito. En consecuencia, el acto de escribir nos obliga a reflexionar profundamente antes de volcar nuestro pensamiento a las letras.
- Dar órdenes, reportar y efectuar coordinaciones y actividades administrativas.
Finalmente, en una categoría esencialmente práctica de nuestra profesión, independiente de nuestro cargo o grado todos tenemos el deber de ordenar, reportar sobre tareas efectuadas o coordinar con nuestro entorno. Uno de los instrumentos más utilizados para estas habituales y trascendentales actividades de trabajo, son los escritos en forma de documentos, libros u otro tipo de soportes digitales. En cualquier caso, la precisión y claridad del texto cobra gran importancia, toda vez que muchos de ellos pueden tener repercusiones relevantes en el cumplimiento de tareas o en el desarrollo normal de la vida de unidades o personas: libros de guardia, hojas de vida, oficios, textos doctrinarios y estudios –entre otros– en tiempos de paz; órdenes, reportes, diarios de guerra –entre otros– en operaciones de guerra o distintas a la guerra.
Como todo en la vida del ser humano, la escritura requiere entrenamiento. Es por ello que el recurrido WhatsApp debe usarse con cuidado e, idealmente, limitarse a lo doméstico. Asimismo, la cultura del Power Point, donde grandes problemas se sobresimplifican en unas pocas láminas con frases resumidas y adornadas de atractivas imágenes y “efectos especiales”, muchas veces nos llevan a graves errores de comunicación, interpretación de la información y, lo peor, malas decisiones. En consecuencia hay que escribir, no necesariamente largo y aburrido, pero con la indispensable profundidad y prolijidad.
Para terminar, hay que conocer, respetar y aplicar las reglas de la hermosa lengua de Cervantes: no es lo mismo “NO TENGA COMPASIÓN” que “NO, TENGA COMPASIÓN”. El no poner una coma, puede implicar gravísimas consecuencias.
“El leer hace completo al hombre, el hablar lo hace expedito, al escribir lo hace exacto”
Sir. Francis Bacon