Aún recuerdo cuando era niña y mi amigo Daniel, me subió a un caballo que pertenecía a Don Miño, el vecino que vivía en una humilde casa de lata y siempre arreaba a sus animales montado. El caballo era viejo, negro y muy dócil, Don Miño se lo prestaba a Daniel para pasearme los fines de semana.
Recuerdo que ese día, cerca del ocaso, sentí por primera vez el poder de un animal tan grande a mis pies. Pese a que Daniel lo llevaba de tiro, se movía tranquilo y seguro caminando a su voluntad. Recuerdo que le pregunté a Daniel cómo aprendió a ensillarlo. Me comentó que no le había costado, por que como era un caballo bueno y manso, pasaba ensillado y lo ocupaban para todo.
Me acuerdo que mientras dábamos vueltas en el pequeño espacio de pasto, pensé ¿Por qué siempre montaban a ese caballo viejo?, ¿No habrá otro caballo que puedan ocupar?, ¿Por qué siempre es el mismo para todo, pese a que había otros más jóvenes y fuertes? Daniel intuyó mi pregunta, o quizá yo la hice en voz alta, y me dijo: “No sé por qué, pero supongo que siempre lo ensillan porque es el que mejor para arrear vacas, es valiente con los toros, fuerte para arar, dócil con los niños y no se resiste al trabajo pesado”. Daniel siguió pensando y luego añadió: “supongo que el resto no quiere que lo ensillen y son malos para el trabajo.”
Esa conversación todavía resuena en mi cabeza y con los años me di cuenta que esta lógica se extrapola a nuestra vida cotidiana. Desde cuando elegimos un producto que sabemos que funciona y descartamos uno desconocido, hasta lo que pasa en el trabajo diario de cualquier organización.
Seguramente, muchos de ustedes se esmeran por hacer bien su trabajo, por cumplir sus tareas, por agrandar su mochila de conocimientos, por salir de la zona de confort, por enfrentar desafíos inesperados, son responsables, creativos, poseen amor por su vocación y espíritu de servicio muy marcado. También, les aseguro que a veces dejan de lado su vida personal para cumplir con esta vocación y por eso son considerados, valorados y, en consecuencia, son requeridos en varios puestos a la vez y reciben mayores responsabilidades. Son los “caballos buenos que pasan ensillados”.
Asimismo, seguro deben conocer “caballos” que no le gusta ser ensillados, pero pese a ello y a regañadientes lo hacen. Hacen su trabajo y lo aceptan, quizá por costumbre o resignación. Entienden sus responsabilidades, tienen sentido de pertenencia, pero requieren de un jinete que les muestre la fusta, es decir, su trabajo depende del jefe que tienen, de su liderazgo o su capacidad de control. Este numeroso grupo, quizá hacen su trabajo por temor al castigo o esperando la recompensa, pero no por la convicción que tienen los primeros.
Lamentablemente, también existen otro tipo de “caballos”. Esos que prefieren no trabajar o hacen “solamente lo que se les pide” sin iniciativa, sin esfuerzo, sin un modesto “click más” que el mínimo. Con esta actitud tienen tiempo libre incluso en horario laboral y son “clientes frecuentes” en cafeterías, casinos o ranchos. Su día transcurre esperando el almuerzo y la hora de retirada, como los caballos que se quedan todo el día en la reja esperando un poco de pasto y cuando se los dan tampoco quieren ser ensillados.
En este grupo están los que se pasean por oficinas con la carpeta bajo el brazo, conversando, caminando apurados o frunciendo el ceño, haciendo parecer que están preocupados (para que nadie les pregunte nada), aparentando estrés y exceso de trabajo. Están los que dicen: “no me pagan por eso”, “pfff… para lo que me pagan”, “hago lo que me piden, ¿para qué más?” o “no sé hacer ese trabajo” cuando en realidad si saben, pero lo niegan para no trabajar o no quieren aprender para no trabajar más. Peor aún, saben hacer el trabajo y lo hacen mal para no ser solicitados nuevamente. Estos “caballos” tienen nombres como “pasa papeles” o “trituradores” (porque solo sirven para triturar papeles) y tristemente, se les atribuyen las actitudes de “vivos”, “zorros” o “astutos”.
Ahora, ¿por qué ocurre esto? y ¿qué efectos tiene en la organización? Creo que, ante la necesidad de un trabajo bien hecho en nuestro acelerado ritmo de vida, es más cómodo asignar las tareas a quien siempre lo hace bien. Incluso, a quien lo hace mejor de lo que esperamos y sabemos que no es necesario controlar. Todo esto se hace para ahorrar tiempo, malos ratos y quizá por salud mental. En esta delegación de confianza, les entregamos (o derivamos) una tarea de otro con la intención de asegurarnos que nos ayuden, que nos hagan la vida más fácil y hacer varias tareas al mismo tiempo sin tener que controlarlas todas. Sin querer, generamos una sensación de injusticia con el resto, que lentamente va enturbiando el clima laboral y nos impide retener a los mejores, quedándonos con los malos y viciando al resto.
¿Cómo evitarlo? Creo que cada comandante o jefe debe hacer lo posible por ser justo en su área de desempeño, dar a cada quien lo que corresponde y tomarse los tragos amargos cuando es debido. Un “caballo” necesita acortar y soltar riendas. Así se logra que los ariscos comprendan las consecuencias de sus acciones para la organización. ¿Es difícil? Si, muy difícil, porque se requiere de mucho más tiempo en una sociedad ajetreada, donde la modernidad y la tecnología han provocado que todo sea “para ayer” o urgente y donde no hay tiempo para equivocarse y enseñar.
He aquí el desafío para los comandantes y jefes, darnos el tiempo de cuidar a nuestros buenos caballos y lograr la retención laboral que tanto necesitamos, para que los caballos buenos no se aburran de estar siempre ensillados y los malos entiendan las consecuencias de sus actos. Como diría Daniel… a no usar siempre al caballo que pasa ensillado y comenzar a amansar a los más esquivos.
Esposa y mamá de dos gatos. Militar. Oriunda de Osorno. Estudiante de Psicología. Feliz de trabajar actualmente en recursos humanos.
Lamentablemente esto se ve en el diario vivir del Ejército, solo unos pocos son los que se llevan el trabajo de responsabilidad o más difícil, esas personas con mucha disciplina y honor se esfuerza de gran manera, pero lo peor de todo es que el mando no reconoce el esfuerzo y cuando debe demostrar el trabajo desarrollado de excelente forma, le paga con otro dicho “Dios le da sombreó al que no tiene cabeza”.
Saludos
En toda institucion o empresa, los trabajos dificiles lo realizaran los mejores y se siente gratificante el poder realizarlo y que confien en ti.
Alcance de nombre o es una broma?