Fue como estar en una película, o en un sueño… Estaba firme, en uniforme de salida, ante mis calificadores y superiores directos, recibiendo dura reprimenda por mi actuar. Luego, el oficial de personal leyó la resolución de mi sanción disciplinaria. Aunque prestaba atención, no comprendía nada, mi mente estaba inmersa en un torbellino de dudas y cuestionamientos: ¿Cómo pude caer tan bajo?, ¿Cómo enfrentaré a los míos?, ¿Cómo saldré de esto?, ¿Qué pensarán de mí? y por supuesto… ¿Qué hago ahora?…
Sí, mi error fue mayúsculo, gravísimo. Ni yo mismo creía posible haber cometido tal acto. Nunca me creí capaz de hacer algo así y no sé si me perdonarán, o lo que es peor, no sé si yo mismo me perdonaré. Crucé la línea, y ahora no sé cómo volver. Podría reconsiderar, reclamar y apelar, es mi derecho… Pero sé que no cumplí con mi deber… y sigo preguntándome: ¿Qué hago ahora?…
La situación anterior es compleja. Por ello, espero nunca te hayas visto implicado(a) en algo así y ojalá que nunca lo estés. Lamentablemente, es una realidad y errar es humano, dicen. En ArmaMente hemos publicado bastante sobre la importancia del error, el aprendizaje a través del fallo, la creatividad asociada y cómo uno se fortalece después de un tropiezo (al final encontrarás el listado). Sin embargo, pocas veces abordamos que no todos los errores son iguales, especialmente cuando hablamos de errores humanos, errores en los que terminamos “firmando con rojo”.
Existen diversas categorías para clasificar el error humano: por omisión, por inexperiencia, por negligencia, por accidente, entre otras. No deseo profundizar en la “teoría del error”, que pueden investigarla ustedes mismos. Pero si quiero hablar de aquellos errores que se encuentran en una zona gris, entre lo ambiguamente definido en la normativa y el vasto concepto de “honor militar”. Errores que generan tibieza en el servicio, que son moralmente discutibles, que algunos argumentan que pertenecen a la vida privada y que causan vergüenza. Sin embargo, por ser moralmente ambiguos, sancionarlos disciplinariamente es complejo; te pueden dejar en lista dos o menos, pero con una segunda oportunidad; marcada por una mancha en la reputación, el estigma de haber defraudado a más y menos antiguos, el haber quebrado la confianza, y pese a continuar con la autoridad del grado, haber perdido la imagen de líder.
En este sentido la postura es clara: nunca cruzar la línea roja. Pero si firmaste con rojo, sin llegar a lo que podría ser constitutivo de delito, o conoces a alguien que lo hizo, pienso que lo peor es barrer el polvo bajo la alfombra y continuar hipócritamente ignorando el hecho. Culturalmente, creemos que la sanción disciplinaria tiene un efecto mágico, que provoca un “cambio de conducta”, quizá es así, pero también sabemos que es una marca imborrable para el resto de la carrera. ¿Qué hacer entonces?, lo cierto es que tendrás que seguir adelante, continuar con tú vida, y si lo haces en la misma institución aquí dejamos un par de consejos adaptados de un trabajo de la Universidad de Carleton que te pueden ayudar. Pero te advierto, será muy difícil:
- Primero, revisa en tu interior lo que los psicólogos llaman “locus de control”. Autoevalúate y determina objetivamente si la culpa fue tuya. Si tu respuesta es afirmativa, el paso a seguir es simple… firma conforme y demuestra que todavía tienes “honor militar” para enmendar el rumbo. No hay nada peor que culpar a otras personas o situaciones que no tienen nada que ver, quizá logres bajar la sanción, pero el estigma personal de no tener honor se multiplicará, y tu futuro estará sellado por el deshonor.
- Segundo, cuenta toda la verdad, aunque duela. Verbal y por escrito si es necesario, sin ambigüedades, sin esconder detalles, sin cambiar o acomodar los hechos a favor tuyo o de alguien. Hazlo por ti mismo, sin esperar nada de otros, es decir, no te centres en qué pensarán en tu entorno. Aquí ya no hay cabida para falsas lealtades o supuestos soplones o “sapos”. En un error de este tipo, todos deben asumir su responsabilidad y la lealtad está con la verdad y el bien superior. Aquí, la honestidad tiene un valor incalculable para tú futuro, ya que sobre ella se cimentará la confianza que tendrás que reconstruir.
- Tercero, ten actitud de soldado. No te justifiques para sentirte mejor, para cambiar hay que asumir. Si crees necesario justificar el error, todavía no lo has asumido, por lo tanto, no puedes dejarlo atrás. No dejes que el pasado marque tu futuro, usa el error para reinventarte en un escenario que nunca más será igual al anterior. Es fácil caer en los patrones del pasado si no construyes un camino nuevo con la cabeza fría. Cuidado con el sesgo de compromiso, es decir, la tendencia a dejar que nuestras decisiones y acciones pasadas determinen como nos comportamos ahora y en el futuro, incluso si sabemos que estamos siendo irracionales.
- Finalmente y una vez reconocido con hidalguía el hecho, viene el proceso de disculpa. Proceso largo que es primero personal y después social: reconocer, determinar la verdadera magnitud del daño, comprender el mal hecho a otros y con acciones dar muestras de arrepentimiento o remordimiento. Las acciones constituirán muestras de sinceridad si son honestas. Paso a paso, día a día, tendrás que luchar por construir un nuevo futuro, hablando de lo que hiciste cuando sea preciso, para que otros no caigan en lo mismo y para dar testimonio que no caerás nuevamente.
Para terminar, tendrás que asumir que el futuro no será fácil. Todo lo contrario, será muy difícil; te juzgarán, hablarán de ti, te usarán de mal ejemplo, etc. Pero con el tiempo y tus acciones, podrás demostrar la nueva persona que eres. Da vuelta la página y sigue adelante, aférrate a tus seres queridos, ellos siempre estarán ahí para ti, el resto de las personas, tendrán cosas más importantes que hacer que hablar de tus caídas, pero indudablemente, en algún momento saldrán a flote y deberás asumirlas. Tony Robbins, escritor y expositor de liderazgo comentó una vez: “No importa cuantos errores hayas cometido o cuan despacio estés progresando, aun así, estás por delante de quienes no lo reconocen y no lo intentan nuevamente”. Al terminar, sólo te deseo fuerza de voluntad para el largo proceso.
Más sobre el error en ArmaMente:
- ¿Hablemos? (Junio 2023).
- Fracaso; una forma de potenciar el liderazgo. (Enero 2020).
- Efecto HALO; no se te ocurra equivocarte o “sacarás patente”. (Diciembre 2019).
- La última esta demás. (Octubre 2019).
- Si quieres ser un Comandante creativo, entonces equivócate. (Octubre 2019).
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Mis sinceras felicitaciones al equipo ArmaMente por este artículo. Un tema de mucho interés para reflexionar sobre las acciones personales y nuestra cultura organizacional. Basado en mi experiencia, el problema que evidencio es la falta de naturalidad con que relacionamos a una sanción, ya sea por el impacto que esta tiene en la carrera, por la falta de registro de nuestros errores o la autocomplacencia.
Tal como menciona el artículo, una sanción puede marcar un antes y después en la carrera debido a la severidad que se le atribuye a este acto, por lo que no se cumple el fondo que es el cambio de conducta. Desde un cambio de lista de calificaciones, continuidad, desempeño o los cuestionamientos personales o de terceros sobre el desempeño. Son muy apropiados los consejos señalados para evitar la tentación de esquivar la responsabilidad. Lo que podría por diversas razones pero que estarían muy alejadas de nuestros valores y del juramento que nos rige.
El registro individual es incompleto al no tener reflejados los errores que una persona pueda haber cometido durante su carrera. Cada soldado tiene muchas fortalezas, partiendo por su vocación de servicio a la Patria, pero las debilidades son parte de todo ser humano. Tal como fueran mencionadas las razones de omisión, inexperiencia, negligencia, accidente, u otras, es casi una certeza que toda persona puede haber cometido muchas de ellas y en varias oportunidades a lo largo de su carrera profesional. Lo complejo sería encontrar soldados que no hayan errado en tan larga marcha.
Me parece que la autocomplacencia es el efecto final que esta falta de registros produce en las personas. Siempre que un soldado se supere con los años, enmiende sus errores y estos no sean actos dolosos, las distintas razones para que toda persona tenga registro de errores con naturalidad, no solo es honesto con la organización, sino que con nosotros mismos como seres humanos. Por ejemplo; una persona cuyas anotaciones sean 95% positivas y 5% negativas, sigue representando un excelente desempeño, pero no la eventual superioridad moral que podría conllevar una carrera sin registro de sanciones.
Por los puntos anteriores y el amor a nuestra profesión, me parece interesante debatir honestamente sobre estos temas. El hecho de que una sanción pueda marcar un antes y después en la carrera, que no reflejemos objetivamente nuestras fortalezas y debilidades o que fomentemos la autocomplacencia se han posicionado como parte de nuestra cultura. ¿Cómo podríamos esperar el cambio de conducta posterior a una sanción cuando el principal temor del personal son sus consecuencias administrativas? Me parece que existe un paradigma que requiere un cambio… El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra.
Muchas gracias por el comentario. Estoy completamente de acuerdo, esperamos contribuir a la discusión, al cambio de paradigma intentando ser “siempre mejores que ayer”.
Para quienes hemos tenido la deshonra de cometer actos que significaron ser sancionados, de esos complejos de sancionar, relacionados con la vida privada como menciona el artículo, es prácticamente imposible pensar en ese instante (de estar siendo sancionado) en los consejos que aquí se plasman. Cuando uno carga con la presión de ser juzgado, de truncar su futuro, condicionar su imagen de líder o de persona, producto de haber obrado mal, no es fácil resolver nada en el momento. Se entra en un espiral que se siente sin salida, una tormenta que no permite ver más allá de la nariz. Se reciben muchos comentarios, palabras y consejos, pero hay tan poca claridad en la mente, que es sumamente difícil acertar en las decisiones que uno toma en ese momento. Particularmente, amo ser militar, amo la Institución a la que pertenezco, no obstante su gente es implacable, la presión que puede generar en la persona es tremenda y muchas veces no permite optar por un buen camino al tomar decisiones. El proceso tras firmar con rojo, es doloroso, es lento, es sentir que se está pisando en falso, porque cada acto que uno comete puede cambiar el destino absolutamente, si presento un recurso, tengo la opción de cuidar mi futuro profesional, aún cuando eso no limpie mi imagen. Si decido firmar con honor, existe la posibilidad de que una junta calificatoria resuelva que a pesar de haber sido el primer error de mi carrera, no dar esa “segunda opción”. Es un momento muy difícil, que requiere de mucha frialdad, la cual, normalmente no está presente en quien está siendo sancionado, pues firmar con rojo no solo trae consecuencias a nivel laboral, en la gran mayoría de los casos, arrastra consigo una carga emocional, personal, familiar, que es mucho más difícil de sobrellevar y es por esto que no es tan sencillo decidir correctamente en ese momento.
Lógicamente hay diferentes magnitudes e impactos en las faltas que se cometen, sin embargo, en una Institución en que todo está escrito, la justicia y la imparcialidad lo debe ser todo. Por lo mismo, no solo es un proceso complejo para el sancionado, sino que también lo es para la autoridad que resuelve aplicar una medida administrativa en sus distintos niveles.
Muchas gracias por el comentario y particularmente la hidalguía de tus palabras. Efectivamente es muy compleja la situación y tiene muchas aristas culturales, es por eso creemos que debe ser parte del debate y no de los temas que barremos bajo la alfombra. Hay mucho por discutir al respecto, en un próximo post abordaremos lo que implica para el comandante que debe tomar tan compleja decisión. Un fuerte abrazo y gracias nuevamente.