Para ser honesto no recuerdo por qué decidí ser soldado del Ejército de Chile. La tradición militar no estaba claramente presente en mi familia y mi conocimiento acerca del Ejército era vago por no decir nulo. Y, sin embargo, por razones de las que no estoy muy seguro, ahí estaba a los quince años ingresando a la Escuela Militar como cadete de primer año. Con el tiempo, me di cuenta que las razones que me llevaron hasta ese punto en realidad no importaban tanto como aquellas que me han mantenido como soldado durante más de dos décadas y media, y son esas razones las que quiero compartir con ustedes.
La primera razón fue darme cuenta que cada día pertenecía a algo mucho más grande e importante que todo lo que conocía hasta ese entonces. Mis registros eran como los de la mayoría de quienes entramos al Ejército en la recta escolar final y se circunscribían a una familia de tres hermanos, un curso de no más de cuarenta con quienes llevaba solo dos años y un grupo de cuatro amigos que también pertenecían al conjunto anterior. En contraposición, en mi primer día como soldado ya pertenecía a una escuadra de ocho con quienes comenzamos a vernos las caras a lo largo del difícil cambio de la vida civil a la militar. Con los días, adquirí consciencia de lo que era una sección (30 aprox.) y más delante de una compañía de más de 120 jóvenes. Cuando perteneces a equipos de esa magnitud (ese era solo el comienzo) y te das cuenta de que todos se esfuerzan por un objetivo común, se adquiere un valor esencial de la carrera de las armas: el espíritu de cuerpo. No solo sabía que pertenecía a algo más grande que yo, sino que ese algo ahora era destinatario de mi más profundo respeto y cariño.
La segunda razón fue darme cuenta de que era capaz de sobreponerme a desafíos cada vez más duros. Mejorar tu estado físico día a día, en medio del dolor y del cansancio es algo que cuesta valorar cuando estás a mitad de camino. Sin embargo, mirar hacia atrás y ver cómo el cuerpo va respondiendo a tu perseverancia (y a la de los instructores) hace que el orgullo fluya por todas partes, aún cuando sabes que el camino no se acabará a la vuelta de la esquina. Los resultados académicos también hicieron lo propio, pero por sobre todo me permitieron caer en cuenta de mis capacidades en este ámbito. Luego me sobrepuse al miedo de lanzarme desde un avión en vuelo, para luego derramar sudor, sangre y lágrimas con la finalidad de transformarme en un especialista “Comandos” del Ejército de Chile. Con cada uno de esos y muchos otros desafíos, tanto a lo largo de su recorrido como de su culminación (el ser Comandos no termina nunca) te vuelves más fuerte, no necesariamente física sino psicológicamente. Te vuelves consciente de que puedes superar obstáculos difíciles y eso es una tremenda herramienta para la vida.
En tercer lugar y quizás lo más importante para mi (y de seguro para ti también) soy un soldado del Ejército de Chile, por la inigualable posibilidad de servir a mi patria directamente. Este es quizás el corolario de sentirse parte de algo grande. Como soldado de esta bicentenaria Institución tuve la posibilidad de, a corta edad, participar como centinela de procesos eleccionarios, actos que constituyen la manifestación de la voluntad popular en una democracia. Además, un hito trascendental en mi carrera fue tener el privilegio de asumir el mando de jóvenes que cumplían con su servicio militar (muchos de ellos provenientes de entornos vulnerables) y a quienes espero haber servido de la mejor forma posible. Allí, junto a nuestros camaradas de armas, los militares entregamos nuestros mejores esfuerzos para la formación de jóvenes de distintas partes del país y con diversas realidades sociales.
Por otro lado, el dejar las situaciones personales y familiares de lado para ir en ayuda de mis compatriotas en casos de catástrofes, ha sido por lejos uno de los puntos altos de mi carrera militar. En lo personal, el ser soldado chileno me permitió coordinar los esfuerzos de fuerzas de seguridad, Bomberos, Conaf, ONEMI y todos quienes llegaban a sumarse a paliar los efectos de los incendios forestales más grandes que conoce la historia de nuestro país. En dicha oportunidad, la unidad a la que pertenecía puso en riesgo su propia vida para ayudar a evacuar a civiles y animales en las inmediaciones de Pumanque y luego de Navidad. Paralelamente, con mis camaradas nos abocamos a ayudar a las autoridades locales en la distribución de ayuda humanitaria para quienes lo habían perdido prácticamente todo. Hay que pensar que este es un solo episodio de los numerosos eventos en los que la naturaleza ha alterado la vida de muchos chilenos y en los cuales los soldados hemos salido presurosos a proteger a quienes más lo necesitan.
Finalmente, la forma más importante de servicio a la patria que tenemos los hombres de armas es la contribución que hacemos a la defensa nacional. He aquí la razón de ser de cada soldado: ser militar y sobre todo ser los mejores militares posibles, a través de una ardua preparación física, psicológica, intelectual y moral, nos permite ser parte relevante de la función Defensa. Aquí es muy importante destacar que la Defensa no es un fin en sí mismo, sino que constituye una parte fundamental de la seguridad del país, condición necesaria para que los chilenos podamos vivir en paz y llevar adelante nuestros sueños.
Son estas tres razones (ser parte de algo grandioso, vencer los desafíos y servir a mi patria directamente) las que me hacen querer seguir siendo un soldado del Ejército de Chile. Quienes amamos la profesión militar nos llena de orgullo ser chilenos y sentimos que no existe mayor privilegio que estar dispuestos a dar la vida por nuestra tierra y por nuestros compatriotas si la patria así lo requiere. Es por eso que soy soldado.
Fuente imagen: Ejército de Chile (https://www.instagram.com/p/Cm7jEhXtU2w/)
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Que buen análisis mi Cdte. Déjeme decirle que me sentí muy identificado con lo que escribió y no necesariamente porque llevamos esa gran responsabilidad y orgullo en nuestros hombro izquierdo. Sino más bien porque también en varias oportunidades he buscado el porque me uní al ejército, que me llevó a ser militar y mantenerme por tanto tiempo en las filas de la institución y claramente la respuesta no es que me motivo a ingresar, sino que es lo que me mantiene, me impulsa y me motiva a seguir entregando lo mejor que puedo dar y claramente lo dejo plasmado.
Un fuerte abrazo y donde se encuentre hoy en día, le deseo todo el éxito.
Muchas gracias estimado SOM y amigo.
Un abrazo grande y, desde Antofagasta, te dejo invitado para que puedas publicar con nosotros… ¿Quizás sobre el rol o la experiencia de un SOM “Comandos” en una unidad de Montaña? ; )
Con afecto,
FG