En un post anterior sostuve que el fracaso es fundamental para el desarrollo de líderes creativos. Al final de ese ensayo sugerí además que el compartir experiencias fallidas con nuestros subordinados hace que el personal se sienta más cómodo con sus propios errores, contribuyendo así con el desarrollo de una cultura creativa.
Sin embargo, parece ser que admitir o reconocer los errores puede ser mucho más difícil de lo que parece. Tal como Justin Brady explica en su artículo de la Harvard Business Review Don´t be an Hypocryte About Failure (no seas un hipócrita respecto del fracaso), “todos los líderes saben que el fracaso es importante y necesario para tener éxito. Cada líder se siente cómodo citando ejemplos épicos de otras personas… Pero casi nadie discutirá abiertamente sus propios errores…” Esto parece estar mucho más marcado en instituciones altamente jerarquizadas (como la nuestra) dados los legítimos temores que pueden surgir en torno a ver vulnerable el ascendiente de mando o el “porte” del comandante. Así que, para intentar revertir esta situación (y a pesar de que en la actualidad prácticamente no tengo subordinados) aquí va mi intento por compartir con ustedes uno de mis fracasos.
Cuando tenía veinticinco años y probablemente debido a mi ego, decidí publicar una “carta al director” en la edición impresa del diario El Mercurio. En dicho espacio, tanto personalidades públicas como personas desconocidas escriben sobre contingencia o cualquier otro tema. Las cartas normalmente tienen entre 120 y 300 palabras y se publican siete u ocho de entre más de cien cartas que se reciben diariamente.
Como mi objetivo era ver mi nombre publicado, en dos meses escribí más de treinta cartas. Sin embargo, cada mañana mi ansiedad se estrellaba penosamente contra el reverso de la portada del diario. Mi ego no estaba listo para rendirse por lo que comencé a pensar cómo lograr el objetivo de forma diferente. Al poco andar, me di cuenta que los editores del diario publicaban uno o dos comentarios muy cortos (no superiores a veinte palabras) conteniendo algún tipo de ironía o humor con un significado mayor al descrito por aquellas pocas palabras. Con esta idea elegí un tema de moda por esos días, referido a los argumentos a favor o en contra de los lomos de toro. A la mañana siguiente, mi carta brillaba en el diario diciendo: “Señor Director: Los lomos de toro son hoyos al revés.” ¡Lo había logrado!
¡Pero alto! ¿Acabo de compartir un fracaso o una historia exitosa?… No tiene ningún riesgo compartir un fracaso cuando la historia tiene un final feliz. De hecho, luego de releer el artículo de Brady me di cuenta que el ejemplo de fracaso descrito en su artículo, también terminaba de forma exitosa. Básicamente, al describir mi experiencia con El Mercurio, estaba engrosando las filas de quienes creen compartir un fracaso y terminan haciendo todo lo contrario.
Por lo tanto, intentaré hacerlo nuevamente. Como comandante de un pelotón de comandos hace doce años, conduje a mi unidad a lo largo de distintos ejercicios de entrenamiento. Ese año, cumplimos con todas las tareas y lo hicimos con altos estándares de eficiencia. En el mes de noviembre de ese año, se me encomendó junto a diez integrantes de mi unidad, apoyar los ejercicios o maniobras que se realizarían en el norte del país. Nuevamente dimos nuestro mejor esfuerzo, obteniendo felicitaciones o agradecimientos casi diariamente por nuestro desempeño.
En medio de dichos ejercicios, recibí la noticia de que sería padre por segunda vez. Un sentimiento de felicidad me sobrecogió; no podía creer que tantas cosas buenas ocurrieran al mismo tiempo. Rápidamente reuní a mi equipo y les conté la noticia, esperando saludos efusivos, abrazos y uno que otro discurso improvisado. Eso nunca ocurrió. En vez de ello, me encontré entre miradas dubitativas que de apoco apuntaron a su sargento de pelotón en busca de una respuesta a la cual imitar.
Yo no pude entender inmediatamente que estaba pasando, pero en las semanas siguientes me di cuenta que mi unidad me veía como una persona distante. Probablemente fui un comandante exitoso en el cumplimiento de las tareas encomendadas, pero difícilmente fui un líder para la mayoría de ellos. Luego supe que factores tales como mi forma de hablar, la incapacidad para expresar emociones o mi poca participación en actividades sociales habían construido un muro entre mi unidad y yo. Es muy probable que ese episodio constituyera la primera vez que mi unidad me escuchaba compartir algo personal. Al término del ejercicio fui comisionado para ir a una misión de paz y cuando regresé de ella fui destinado a otra unidad, perdiendo la oportunidad de cambiar la opinión de mi antiguo pelotón.
Se siente completamente distinto cuando comparte una experiencia que finaliza en un fracaso. Sin embargo, este es exactamente el punto de compartirlos con nuestros subordinados. La intención es hacer que nuestra gente se sienta menos incómoda con sus propios errores. De esa forma, es posible asumir que mientras más grande sea el error que se comparte, mejor para la organización. Al contrario, si la historia del fracaso termina con un gran éxito, es muy probable que se produzca el efecto contrario, es decir, que el personal se sienta incómodo con sus errores y por lo tanto, esté menos dispuesto a tomar riesgos, iniciativas o a pensar fuera de la caja.
En términos generales, todos experimentamos éxitos y fracasos y es muy poco probable que esto cambie. JK Rowling una vez dijo: “en la vida fallar a veces es inevitable, es imposible vivir sin fracasar en algo; a no ser que vivas tan cautelosamente que en realidad no vivas del todo; en cuyo caso fallas por defecto.” Si esto es así (y yo creo que así es) entendamos el fracaso como lo que realmente es: una parte normal del aprendizaje y por lo tanto una parte del proceso creativo. Compartamos entonces nuestros fracasos personales, sobre todo aquellos sin un final feliz.
(Versión original del artículo publicado en “Defence in Depth” del Departamento de Estudios de Defensa de King’s College London https://defenceindepth.co/2019/06/05/failure-a-practitioners-view/ )
ArmaMente es una comunidad que nace de un grupo de amigos, quienes motivados por difundir ideas propias de la profesión militar, deciden crear y proponer una plataforma con un formato de fácil acceso para quienes quieran compartir sus conocimientos y experiencias profesionales.
Por ahora contamos con una página web que concentra los esfuerzos para difundir los artículos de nuestra comunidad. Así también, tenemos redes sociales para facilitar la difusión e interacción con nuestra comunidad. Sin embargo, no sabemos qué es lo que nos espera en el futuro. ¿Alguna idea?
Excelente análisis, acertivo y conforme a nuestra evolución cada dia se hace mas dificil tolerar el fracaso.
Abrazos
Gracias José por comentar el artículo. ¿Tienes alguna idea de cómo podemos cambiar ese diagnóstico? Un abrazo.
Muy buen artículo, un me hizo pensar en una de las virtudes humanas más importantes y más difíciles de conseguir. La humildad es atribuida a quien ha desarrollado conciencia de sus propias limitaciones y debilidades, y obra en consecuencia.
Gracias Rodrigo por tu comentario. Sería interesante saber como podemos adquirir ese nivel de conciencia y como desarrollar la humildad. ¿Te animas a escribir sobre ello?
Que buen articulo mi Cdte, no es fácil como Ud comenta contar las “perdidas” como se dice en el vocabulario militar y más aún si esa perdida no tiene un final exitoso.
Para mi los fracasos son parte de la vida en todo ámbito, en la vida personal de pareja, en el ámbito laboral, en el área deportiva, etc. Pero lo importante es poder lograr superar las lecciones aprendidas de ese “fracaso” así tendremos las respuestas correctas de los errores o descuidos que realizamos para vivir esta derrota fracaso, el éxito no es gratis en el vida, depende de muchos factores, como: perseverancia, cariño a lo que se está realizando, compromiso y así muchos más, lo importante es que debemos saber que no solo existen dos caminos, el camino del Éxito o el Camino del Fracaso sino que muchas veces para lograr el éxito debemos tener fracasos en nuestro camino.
Gracias Javier por tu comentario. Me interesó mucho tu punto respecto a la supuesta dicotomía entre fracaso y éxito; a mi juicio no son conceptos excluyentes. ¿Te animas a escribir algo sobre eso?
Creo que en nuestra organización aún falta mucha tolerancia al fracaso. Sigue siendo común escuchar, cuando se viene una revista de alguna autoridad: “No nos puede pasar eso”, haciendo alusión a alguna situación de otra unidad, sin embargo para no ser lapidario, creo que una de las formas más importantes de aportar al liderazgo sigue siendo el entrenamiento, y es ahí cuando debemos tolerar esos errores o “pequeños fracasos sucesivos”, tomarlos como ejemplo personal y claro, idealmente cuando llegue el momento en que una contingencia nos lleve a cometer un error o fracasar, lo deseable sería haber practicado tantas veces y haber cometido tantos errores que ahora, en esta contingencia, podría decidir una nueva opción (no comprobada) que termine en un final feliz.