Nací pobre y me crie en la calle. Tengo muchos hermanos, pero ninguno de nosotros conoció a nuestro padre. Muy joven, dejé a mi humilde familia y, como decía Machado, me hice camino al andar. Septiembre es mi mes favorito; Termina el frío de la calle y los días de fiestas patrias son cuando mejor se come. Pero lo mejor de este mes es poder disfrutar de mi pasión: ver desfilar a los soldados… Esta es la historia del día en que pude desfilar con ellos.
Fue el 18 de septiembre pasado. Deambulaba por las fondas del Parque O´Higgins junto a unos amigos. Esperábamos el momento de hacernos con un anticucho, un choripán o lo que fuese, ya que no teníamos ni un peso para comprar. Casi babeábamos de hambre, cuando un vendedor nos grita:
–¡Fuera!, ¡Fuera de aquí!…
–¡Guau! (que agresivo, pensé…)
–¡Aquí no regalamos nada! Ni siquiera para celebrar la independencia nacional.
Nos miramos con mis amigos y nos echamos a reír ante tamaña ignorancia… ¡El 18 fue la primera junta nacional de gobierno! Nuestra independencia se juró el 12 de febrero de 1818, cuando declaramos solemnemente que nos independizábamos de la monarquía Española. La verdad, es que la independencia fue declarada en Talcahuano y firmada en Concepción el 01 de enero de 1818, O´Higgins la ratificó en Talca el 02 de febrero y se organizó la proclamación y jura el 12 del mismo mes en Santiago, para hacerla coincidir con el primer aniversario de la batalla de Chacabuco. Sobre el acta original hay muchas historias y mitos, pero esa es otra historia.
Ojalá uno pudiese comprar un choripán con conocimientos, pensé… Ni siquiera hicimos un esfuerzo por sacar de su ignorancia a ese pobre hombre, solo lo miré con desdén y nos fuimos con la cola entre las piernas por no haber comido. Me dormí bajo una banca y desperté al día siguiente, el 19, mientras limpiaban y ordenaban el parque para la Parada Militar.
Mientras quitaba mi modorra y sacudía los efectos de la noche anterior me pregunté: ¿Por qué se hacen los desfiles militares? Varias cosas se me ocurrieron: La marcha ordenada en las calles rindiendo honores frente a una autoridad es una clara manifestación de la subordinación de las fuerzas armadas, frente a la autoridad democráticamente electa que tiene la responsabilidad de guiar los destinos del país en su periodo de gobierno.
Por otra parte, es significativo recordar un hecho o a algún personaje histórico. En Chile, el 19 de septiembre conmemoramos “todas las glorias del Ejército”, desde que el presidente Ramon Barros Luco lo instaurara en 1915.
Existen también conceptos intangibles como el de “defensa” y de “disuasión” donde los desfiles sirven como una demostración de nuestras capacidades y que se supone influyen para que otros evalúen cómo los costos de “intentar algo” contra nosotros, superaría con creces cualquier beneficio.
Basta recordar la crisis de 1974 con Perú, la de 1975 con Bolivia y su famoso abrazo de Charaña, la de 1978 con Argentina cuando estuvimos a dos horas de una guerra, o las últimas demandas frente a la corte internacional de La Haya. ¡Guau!… En esos años las paradas militares sí que fueron buenas.
Aun cuando lo anterior puede ser cierto, a mí, lo que más me gusta y me deja como perro con dos colas, es la disciplina y marcialidad que demuestran los soldados. Un viejo amigo, al que le dicen “El Quiltro” me contó que en el Chile indómito, en 1557, el Toqui Caupolicán revistó a sus guerreros Mapuches, lo que él considera la primera revista militar de Chile. ¿Quién sabe? Quizá sea cierto… Mi amigo lo escuchó de un tal Alonso de Ercilla en La Araucana.
Lo que sí es verdad, es que después de la victoria chilena en Maipú, se siguieron haciendo ejercicios militares que llamaban “Despejes”. Se hacían para mantener a las tropas entrenadas, reforzar la disciplina y demostrar a los derrotados realistas nuestras capacidades como naciente república. Quizá por disuasión, para que todos supieran que tan fuertes eran estos nuevos chilenos del fin del mundo.
En esa época toda la ciudadanía se reunía para ver los ejercicios militares y el ultimo día hasta el presidente llegaba a “pasar revista” a caballo. Seguro que alguno de mis antepasados estuvo mirando.
Estos primeros ejercicios y desfiles, se hicieron en lo que es hoy el barrio Yungay, cerca de donde está el monumento al roto chileno y del que me siento representado. Fue el mismo Diego Portales, el que presidió la primera parada militar dispuesta por el gobierno, un 18 de septiembre de 1832, hasta que en 1896 se trasladó al Parque Cousiño actual parque O´Higgins y desde 1898, los soldados marchan frente a las autoridades con el paso regular de tradición prusiana, como en nuestros días.
En eso estaba pensando, cuando escuché el encajonamiento de la Gran Banda del Ejército. Como siguiendo al flautista de Hamelin, me escabullí entre la multitud que atiborraba las vallas papales. Encontré un espacio a la altura de las rodillas de las personas, pero el esfuerzo valía la pena.
No podía dejar de mirar el desfile. Las tropas marchando al compás de la banda, que hacía aullar a mis amigos, pero en mí el efecto era hipnótico. Si no fuese quien soy, sin duda estaría ahí, orgulloso, vistiendo uniforme, con el pecho erguido; feliz de recibir tanto cariño y admiración de la ciudadanía, que con banderas y pañuelos vitoreaban a los soldados. Algunos intentaban encontrar a un hijo o un familiar entre las tropas, era muy emocionante…
Fue tan emocionante todo, que no me pude contener. Me pasé por la reja y me puse a marchar al lado de los soldados, siguiendo el compás de la banda. Todos me miraban entre risas e incredulidad, incluso alcance a escuchar comentarios como: “siempre pasa los mismo”, “siempre hay uno que se cuela” y “es infaltable en un desfile” …
Alcancé a desfilar unos metros, cuando dos soldados corrieron a detenerme. Rápidamente me metí entre los soldados de una compañía, justo cuando iniciaban el paso regular, pero un soldado me dio un puntapié con el que salí rápidamente de la formación.
A pesar del percance, pasé frente a la tribuna de honor, rindiendo honores a las autoridades…
Los vi reírse a carcajadas junto a un militar que se veía algo molesto. Estoy seguro que las cámaras me hicieron un primer plano y salí en la tele.
Estaba en eso cuando me tomaron por la espalda y me sacaron del desfile. No me maltrataron, tampoco me dijeron nada, solo me dejaron al otro lado de la valla mientras aullaba de felicidad por haber cumplido mi sueño: “desfilar con los soldados.” No puedo describir la emoción que sentí… Estoy seguro que en mi próxima vida ese será mi destino.
Finalmente, mientras miraba a las ultimas unidades pasar, se me acerca una niña. Ella, cariñosamente, me acaricia la cabeza y me dice:
–¡Lindo perrito!… desfilaste muy bien.
Miré al humano que la acompañaba y me regaló su anticucho… ¡Ladré de alegría! Había sido un día redondo… Con la pata trasera me rasqué las pulgas y me fui… Haciéndome camino al andar… Hasta mi próximo desfile.
Fuente de la imagen: Página web de Canal 13 (https://www.13.cl/programas/entretencion/actualidad/perrito-callejero-se-colo-en-la-parada-militar-y-se-unio-al)
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Ese día desfile en el batallón Chacabuco, de echo la foto es de mi batallón y ese perro estuvo con nosotros todos los días de las prácticas en el parque y recuerdo que el día 19 pasó por mi lado avanzado para quedar adelante como comandante de la unidad.
Que grata coincidencia Óscar. Efectivamente, esa foto fue la inspiración para escribir, de forma más simpática, sobre la historia de la parada militar, fundamentar porqué desfilamos y más importante que todo, la emoción de se ser participe de esta actividad. Espero no hayas sido tú el del “punta pié”… jajaja. Un fuerte abrazo y quedas invitado a compartir tus ideas con nosotros.