“Recordad que a lo largo de la historia,
siempre ha habido tiranos y asesinos,
y por un tiempo, han parecido invencibles.
Pero siempre han acabado cayendo. Siempre.”[1]
Las cosas como son: tiranos, matones y narcisistas siempre existirán, y esto no debería sorprenderte ni, menos aún, desalentarte. Ahora bien, es esperable que los diferentes procesos de selección y la dinámica propia de una carrera basada en valores como la disciplina, la lealtad y el honor constituyan un filtro lo suficientemente fuerte como para evitar que personas así lleguen muy arriba. El fundamento de esta esperanza es mitigar el daño que producen estos seres, sobre todo en organizaciones cuyo principal activo es su gente.
Sin embargo, también hay que aceptar la falibilidad de los procesos y que, en consecuencia, estas personas alcancen grados y puestos altos. Esto se debe a que los procesos son llevados a cabo por personas, y las personas tendemos a fallar. Aquí es donde muchos, ya con el daño producido, centran su esfuerzo en mejorar los procesos para evitar que situaciones como las descritas se repitan en el futuro.
No obstante, pareciera ser que la mejora de procesos, si bien es deseable, queda siempre vulnerable a la capacidad de las personas para poder aplicarlos. Entonces, quizá la alternativa para combatir la tiranía, la matonería y a los narcisistas que ocupan puestos clave debe ir por otro lado: el valor. Sí, el valor. Ese mismo que se evoca en conferencias, seminarios de liderazgo, charlas, instrucciones, discursos o arengas.
“Para que triunfe el mal,
basta que los hombres buenos no hagan nada.”[2]
El valor puede ser entendido como “la fuerza moral y física que lleva a acometer resueltamente grandes desafíos, enfrentando de manera consciente el peligro y la adversidad”. Entonces, aplicado al problema planteado y a su contexto laboral/profesional, podemos entenderlo como una fuerza moral que permite enfrentar situaciones adversas en la búsqueda de resultados que beneficien a la organización.
Ahora bien, creo que enfrentar la tiranía con “valor” debe tener a sus protagonistas. Mientras más arriba en la organización, más indeseable es la tiranía, la matonería y el narcisismo. Entonces mientras más arriba, más esperable (y exigible) debe ser la valentía. Por lo tanto, quienes están más cerca del tirano son quienes deben hacerle frente primero. Son ellos quienes deben mantenerse leales a los valores institucionales y no al pseudo líder. Son ellos los primeros que deben estar dispuestos a sufrir las consecuencias de hacer lo correcto por el bien de su equipo u organización.
La explicación es sencilla y no busca dar excusas para quienes siguen en la “cadena alimenticia”. Si quienes están más cerca del tirano no le hacen frente, lo que están haciendo es hacerse parte. Entonces, quienes siguen hacia abajo no solo tendrán al tirano, sino también a sus propios jefes siguiendo los designios del primero, reduciendo significativamente las posibilidades de prevalecer en la toma de decisiones. Así, mientras más veces se replique este ciclo, mayor será la dificultad de contraargumentar, porque se estará yendo en contra de buena parte del entorno.
Pero esto está muy lejos de ser fácil. Lo primero que se requiere es desarrollar un desapego ascendente. Es decir, mientras más arriba llego, mayor debe ser mi desapego con lo que he logrado y, sobre todo, con lo que podría lograr. Esto, porque existe mayor probabilidad de tener que defender a quienes dependen de mí frente a la injusticia. Dicho de otra manera, mientras más asciendo, más probabilidades tengo de tener que renunciar a todo lo que se ha logrado en la organización. Esto, bajo ninguna circunstancia, presume la pérdida del celo profesional, la abnegación ni el profundo amor a lo que se hace, que normalmente lleva a muchos a lo más alto de sus profesiones. Solamente enciende una luz de alerta respecto de lo que implica asumir mayores responsabilidades.
En síntesis, liderazgos negativos existirán siempre, incluso provenientes de personas bien intencionadas cuyas inseguridades, lamentablemente, terminan por proyectar más sombras que luces. Por lo tanto, además de mejorar los procesos de selección y calificación, se vuelve mucho más trascendente aplicar el valor de quienes se encuentran más cercanos a los pseudo líderes, quienes deben estar dispuestos a enfrentar la adversidad y pagar eventuales costos, sabiendo que su objetivo es evitar impactos negativos sobre quienes siguen los valores de la organización y se esmeran por alcanzar los objetivos institucionales.
[1] Frase atribuida a Mahatma Gandhi
[2] Frase atribuida a Edmund Burke. Filósofo y político irlandés del Siglo XVIII
Excelenete punto Fernando! Muchas gracias
Para quienes “vendemos Felicidad”, léase vinos, cervezas y licores, muchas veces nos cruzamos con expertos y gerentes que confirman que el Principio de Peter siempre está presente en las organizaciones (el hombre asciende a su máximo nivel de ineficiencia), creemos que trabajar con un equipo de personas no es fácil, me imagino en pegas como las de FFAA desplegadas en situaciones de real peligro, aún más dificil, como nuestras FFAA en EEC en la macro zona norte y sur . Conocer a las personas que con nosotros comparten gran parte del día, sus necesidades y motivaciones es clave para poder hacer de cada uno de los trabajos un mejor escenario. Me imagino que en la vida civil debe ser más fácil enfrentar la tiranía con valor . Pero más allá de combatir al tirano que puede ser reemplazado, homologando a una estructura como las del crimen organizado, el HVT no es el líder que lo pueden renovar, sino que el COG debería ser la estructura. Si no escribí en plural pido las disculpas.
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