18/04/2025

CONFÍA EN MÍ…

Como cada año, el tercer año de la Escuela Militar debe realizar el ejercicio Mando y Liderazgo en su campaña inicial. Durante tres intensos días deben marchar y superar distintos obstáculos que ponen a prueba su capacidad para liderar, solucionar problemas y resolver situaciones complejas. Aprenden a ignorar el cansancio físico y, sobre todo, a mantener la moral alta, pues esta es fundamental a la hora de conservar la buena convivencia y la voluntad de lucha de cada patrulla.

Tuve la oportunidad de contribuir en esta instrucción ofreciéndome como voluntario para ser evaluador de marcha y acompañar a una patrulla durante su recorrido. Lo que me marcó de este módulo de instrucción no fue tanto el ejercicio en sí, sino las palabras que el comandante de la 5.ª Compañía nos dirigió a los instructores antes de comenzar.

Nos pidió que fuéramos profesionales y no arruináramos el ejercicio a los alumnos ayudando a las patrullas. Debíamos dejarlos enfrentar las dificultades y la incertidumbre, pues en ello residía la esencia del ejercicio. Además, nos hizo reparar en que el tercer año es el único que, en esa campaña, no cuenta con una prueba de confianza propiamente tal, sino que su prueba de confianza es ese ejercicio, y ser incapaz de terminarlo implica reprobar la campaña.

El concepto de las pruebas de confianza quedó rondando en mi cabeza durante los días previos al ejercicio y, más aún, en esos largos días de marcha junto a la patrulla.

Cuando era civil, y en conversaciones con mis compañeros, la mayoría concebíamos una prueba de confianza como algo en lo que quien la realiza demuestra que confía en el grupo: dejándose caer de espaldas o saltando para luego ser atrapado. Con esto demuestra su entrega al grupo, y ellos, con su respuesta, demuestran que puede confiar en ellos.

Lo curioso es que esta lógica no se da en las pruebas de confianza en el Ejército. Como alumnos, en primer año debemos saltar al mar; en segundo, hacerlo desde más alto; en tercero, realizar el ejercicio Mando y Liderazgo; y en cuarto… bueno, somos arrojados al mar y debemos pelear contra un tiburón mientras componemos una marcha a cuatro cuartos (lamento arruinarles esa sorpresa a quienes aún no lo hacen).

En todas estas pruebas, nunca hay otro en quien estemos confiando, más allá de nuestros mandos y las correspondientes medidas de seguridad. Siempre somos nosotros enfrentándonos a un reto que debemos superar, y pienso que ahí reside el verdadero sentido de las pruebas de confianza militares.

Cuando el soldado muestra arrojo realizando la prueba, no está confiando en nadie más que en sí mismo, y es justamente eso lo que se busca. No le está diciendo al Ejército ni a sus mandos “confío en ustedes”. Por el contrario, es él quien demuestra que pueden confiar en él.

Cuando el soldado salta, cuando se arroja, cuando le nace la voluntad de esforzarse en marchar más rápido y llegar a la siguiente prueba a tiempo; cuando sigue dando lo mejor de sí, y son su corazón y su alma los que mantienen en pie a un cuerpo que ya no puede más, él muestra que es digno de confianza. Le demuestra a la Institución que, pese a los miedos, la incertidumbre, el cansancio y el dolor, está dispuesto a combatir.

Pensando en esto, cobraron sentido las palabras que el año anterior nuestro comandante de Compañía dirigió a mi promoción cuando terminamos aquel ejercicio. Nos dijo que le habíamos demostrado de qué estábamos hechos y que ahora sabía que podría confiar e ir contento junto a nosotros a la guerra.

Ese es el sentido de nuestras pruebas de confianza. Esa es la importancia de superarlas y la motivación que debemos tener frente a ellas, pues es nuestro honor y la fuerza de nuestra voluntad lo que está siendo puesto a prueba.

Es por esto que me gustaría invitar a todos quienes leen estas líneas a que tengan presente esta idea, no solo de cara a los duros ejercicios y misiones que deberán enfrentar como parte de nuestro entrenamiento, sino también en las pruebas del día a día. Que se entreguen y demuestren, cada día y a su nivel, su valía, su amor por el servicio y por el Ejército, siendo los soldados valientes, honrados y amantes de su patria que hemos jurado ser.

Damián Riveros

Cadete militar, soñando el sueño imposible. "Existe algo bueno en este mundo y vale la pena luchar por ello." J.R.R. Tolkien

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