26 de Octubre de 2025

18-O: Otra explicación (Parte II)

Galtung y el Pecado Social… Pero en serio

En la columna anterior, indiqué cómo la primera solución adoptada por el gobierno de turno -el estado de excepción constitucional de emergencia- no fue efectiva. Además, señalé parte de las razones por las cuales estimo, las manifestaciones que se produjeron a partir del 18-O tuvieron el apoyo de muchas personas.

En este post, quiero profundizar dichas razones tomando como referencia el modelo de la violencia de Johan Galtung y sus coincidencias con el denominado Pecado Social propuesto por la Iglesia Católica en la segunda mitad del siglo pasado. Es importante recordar que este análisis no está enfocado en aquellas personas que usaron la violencia para manifestarse, sino en las que lo hicieron de forma pacífica o pasiva. Ahora bien, la idea es aplicar estos modelos, particularmente el de Galtung, de forma integral y no parcializada como creo que se hizo convenientemente por algunos para dar sustento a sus posturas políticas.

De nuevo, en una cáscara de nuez, podemos decir que el modelo de la violencia de Galtung se estructura en torno a un triángulo. En la cúspide la “violencia directa”, aquella que es física y visible como los enfrentamientos entre encapuchados y carabineros; luego, en uno de sus vértices inferiores la “violencia estructural” delimitada por los sistemas políticos, económicos y sociales que generan efectos negativos para la sociedad y que pueden ejemplificarse con lo descrito en la columna anterior (desigualdad, asimetrías, privilegios e impunidad); y finalmente, en el otro vértice inferior la “violencia cultural” que incorpora las ideologías y tradiciones presentes en una sociedad determinada.

Así, la violencia directa -aquella que caracterizó al 18-O y sus días posteriores- tendrían su causan y legitimación en la violencia estructural conformada desigualdades, asimetrías, privilegios e impunidad y la forma en la cual nos tratamos entre nosotros mismos (la violencia cultural.) Entonces, para lograr una paz real (o positiva como la llamaba Galtung) es necesario eliminar no solo la violencia directa sino también la estructural y a la cultural.

Por su parte, según la Iglesia Católica el denominado “Pecado Social” sería la expresión colectiva del mal moral en una sociedad, cuando los pecados personales -como la codicia, la indiferencia o la corrupción- se institucionalizan en leyes, estructuras o costumbres injustas que perpetúan la desigualdad y el sufrimiento. Su desarrollo teórico-teológico estarían en el Concilio Vaticano II (1962-1965), que introdujo la idea de responsabilidad comunitaria; la Conferencia de Medellín (1968), que denunció las “estructuras de pecado” en América Latina; y la exhortación Reconciliatio et Paenitentia de Juan Pablo II (1984). Hace pocos días, el filósofo y Rector de la Universidad Diego Portales Carlos Peña cita y desarrolla la idea en una entrevista en Tele 13 Radio¹. En esa misma interacción el Rector aprovecha de dejar en claro la responsabilidad individual de aquellos que cometen actos de violencia, relación con la que estoy absolutamente de acuerdo.

Mirando las dos ideas (la de Galtung y la de la Iglesia Católica), habría clara coincidencia o relación en lo que se refiere a la violencia estructural. Ahora bien, asumiendo que parte de lo que sería este tipo de violencia está abordado superficialmente en la columna anterior, déjenme desarrollar ahora la idea de cómo la “violencia cultural” fue (y sigue siendo) parte del malestar de las personas comunes y corrientes y, por consiguiente, contribuyó a un apoyo mayoritario de las manifestaciones ocurridas el 18-O y los días posteriores.

Para Galtung la violencia cultural se define como “cualquier aspecto de la cultura -el simbolismo de la religión, la ideología, el lenguaje, el arte, la ciencia o la educación- que pueda usarse para justificar o legitimar la violencia directa o estructural.”² Entonces aprovechándome de lo amplia de esta definición (“cualquier aspecto”), me voy a centrar en aquellas partes de nuestra cultura que normalmente no se relevan cuando se ocupa este argumento, dados los fines políticos que muchos tienen al utilizar estas ideas.
Pensemos en elementos que nos caracterizan como chilenos y que nos distinguen de países en los cuales parece haber menos “violencia cultural”. Pensemos en algo cotidiano y lo suficientemente frecuente como para ir acumulando lentamente malestar en las personas.

Pensemos primero en la forma en la que nos relacionamos cuando estamos detrás del volante de un automóvil. ¿Qué tanto nos respetamos? ¿Cuánto y para qué usamos la bocina? ¿manejamos por la derecha en una carretera? ¿Cuántas veces doblamos en segunda fila? ¿nos vamos por la berma de una carretera cuando hay tacos? ¿Qué tanto me importa cómo quedo estacionado?

Ahora, bajémonos del auto un momento y caminemos por la calle. ¿Qué vemos?: Ciclistas por la vereda, peatones por las ciclovías o autos estacionados sobre ellas, “pseudo doglovers” que imponen los deseos e instintos de sus mascotas a los demás. ¿Qué pasa cuando nos vemos enfrentados a una fila/cola? ¿vemos si hay alguien conocido para saltar algunos puestos? ¿Cuántas veces nos vamos por el lado para ver si me atienden o responden mi inocente y rápida consulta?

En ocasiones, la a veces mal denominada “viveza criolla” juega un papel fundamental en esa dinámica. Como los que viajaron al extranjero estando con licencia médica, pensando que le habían ganado al sistema. Muchas veces celebramos cuando somos capaces de hacerle una pequeña “trampa al sistema” en la medida que nos de algún tipo de rédito.

El problema con todo esto es que no se toma en cuenta es el efecto que produce sobre la persona de al lado. Esa persona que se supone es igual a mí en dignidad, derechos y ante la ley, pero que, al igual que las asimetrías de poder mencionadas en la columna anterior, le termino imponiendo mis términos de forma rápida y solapada.

Toda esta falta de consideración y de respeto por los demás produce malestar y perfectamente podría ser catalogada como violencia cultural. Lamentablemente, esto también es utilizado con fines políticos. Muchos usan este tipo de “violencia”, difícil de relacionar con la vida político social, para decirnos que en realidad nuestro malestar es culpa, por un lado, de la constitución, los “pacos”, los “milicos”, los ricos, las AFP, las isapres, del capitalismo, o simplemente del sistema. Por otro lado, la culpa la tendrían los “orcos”, el comunismo, los sindicatos, los políticos, etc. etc.

Sin duda que existen relaciones causales entre esta lista y el malestar individual o colectivo, pero lo que normalmente no se dice, es que parte de la culpa también la tenemos nosotros, por la forma en la que nos tratamos como miembros de una misma sociedad.

Continuará…

¹ https://www.youtube.com/watch?v=O9DCpdXzskM
² Galtung, 1990, “Cultural Violence”, Journal of Peace Research, 27(3), p. 291

Fuente de la imagen: EMOL, disponible en https://www.emol.com/noticias/Nacional/2019/11/18/967500/10-hechos-resumen-crisis-social.html

Fernando Garetto Risso

Fanático de la educación, de la creatividad y del pensamiento crítico. fdogaretto@gmail.cl

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