¡¡¡Luz verde!!!

Segundos antes de saltar del avión, el piloto apaga la luz roja que se encuentra en la cabina y enciende la verde para avisarle al jefe de salto, que el avión ha ingresado a la zona de salto. Esta sola señal le basta al jefe de saltos para indicarle al primer paracaidista, quien aguarda nervioso el momento de saltar, que se pare en la puerta del avión, a la espera del timbre, ruido que antecede el enérgico golpe del jefe de saltos en la pierna del paracaidista, enviándolo así al vacío.

Como mujer militar, he tenido la suerte de haber saltado varios cientos de veces desde un avión en vuelo y por lo tanto he estado muchas veces de pie en la puerta del avión lista para saltar. Sin embargo, creo que lo más significativo de todo esto no ha sido la cantidad de veces que he podido lanzarme de un avión, sino lo análogo que resulta tomar la decisión de saltar al vació cuando se da la oportunidad. A lo largo de estas líneas, les quiero contar cómo he podido ir tomando decisiones que me han permitido, por una parte, tomar la posta de mujeres que me antecedieron y que fueron pioneras en distintos ámbitos del quehacer militar y, por otra, continuar “corriendo la cerca” para reducir la brecha de oportunidades que separan a hombres y mujeres.

Ingresé a la Escuela Militar el año 2001, con 19 años. Nada me hacía pensar que justo al momento de egresar como oficial, se abriría la puerta para que las mujeres pudiéramos elegir armas de combate rompiendo así con las restricciones que nos mantenían solo como integrantes de los servicios. Entonces, allí estaba yo “parada en la puerta” y elegí el arma de artillería, siendo una de las cuatro primeras mujeres del “parche negro.”

Antes de ingresar a la Escuela Militar, conocía el Ejército por mi familia que respeta y valora mucho la Institución. Mi único pariente militar era mi hermana Javierita (Q.E.P.D). No obstante, con los años supe que era heredera de una particular tradición militar. Mi tatarabuelo fue Juan Francisco de la Sotta León, coronel de Ejército del arma de caballería, quien cooperó con la causa de Don José Manuel Balmaceda. Cuento, además, que el abuelo de mi bisabuelo fue Don Juan Nepomuceno Gazitua Verdugo quien era primo hermano del prócer de nuestra independencia, Don José Miguel Carrera Verdugo. A pesar de los años que nos separan, me siento orgullosa de tener algo de parentesco con militares de esa talla.

Estoy segura que, parte de ese orgullo, me llevó a proseguir decididamente en mi carrera militar. Ya en el año 2003 egresé de la Escuela de Artillería obteniendo el séptimo puesto de entre 32 oficiales.

También tuve la oportunidad de elegir mi destinación, el Grupo de Artillería Nº1 “Tacna” en la localidad de Peldehue, donde fui comandante de sección de las primeras soldados conscriptos del Ejército.

Con el pasar de los años realicé el curso de Paracaidista Básico Militar el año 2008, donde me correspondió ser la más antigua del curso, el que estaba conformado por alumnos de la Escuela de Suboficiales y personal de planta. En dicha oportunidad, obtuve el primer puesto del personal de planta.

Posteriormente, en el año 2010 fui aceptada en el Curso de Jefes de Salto realizado en la Escuela de Paracaidistas y Fuerzas Especiales, donde luego de cumplir con las pruebas físicas y de conocimientos, más los saltos de calificación me gradué como la primera mujer oficial Jefe de Saltos en la historia del Ejército, obteniendo además, el premio al “espíritu” entregado por los instructores del curso.

Un año después, realicé el curso de Empaque y Mantenimiento de Paracaídas, curso que hasta esa fecha no había visto a una mujer entre sus filas. Esto me permitió ser la primera mujer empacadora del Ejército, capacitación que me permitió, entre el año 2012 y 2013, ser la comandante de la sección de empaque de la Brigada de Operaciones Especiales. Básicamente, los integrantes de la unidad más entrenada del Ejército de Chile realizaban sus saltos con paracaídas que estaban empacados y administrados por la sección que tenía bajo mi mando.

El año 2014, me desempeñé como jefa del Curso de Paracaidista Básico Militar para los alumnos de las Escuelas Matrices. Ese mismo año, participé en un campeonato latinoamericano de paracaidismo de precisión en Cuba, ya que contaba con las competencias de ser paracaidista militar y deportivo.

Durante muchos años me desempeñé como jefe de saltos de múltiples cursos y saltos de requisitos. Estoy segura que mi condición de mujer combinada con mi pasión como militar, me convertían en una jefe de salto que daba vida al lema “siempre daré valor” dada la preocupación por mi gente, además de los consejos y confianza que intentaba transmitir a quienes daban sus primeros pasos en el paracaidismo.

Asimismo, debo mencionar la gratitud que siento por las oportunidades que me ha entregado la Institución para desarrollarme como mujer  militar. Al mismo tiempo he podido ser una madre dedicada de dos maravillosos hijos: Juan Manuel de 19 y Maite de siete, a quienes aprovecho de saludar diciéndoles que los amo y son mi vida, esperando que parte de lo que su madre ha hecho en el Ejército de Chile, les sirva como ejemplo para mostrar que siempre se puede lograr las metas y objetivos que uno se plantea, sólo hay que estar convencidos, ser constantes y perseverantes. En este sentido, si he podido ser un ejemplo para mis hijos, ha sido también porque yo tuve el extraordinario ejemplo de mi madre a quien le debo mucho.

Hoy ya con el grado de mayor, me sigo sintiendo orgullosa y contenta de todo lo que he recibido y de lo que he podido aportar, esperando haber servido de ejemplo para otras mujeres quienes deben estar listas para saltar, esperando la luz verde y así lanzarse en esta maravillosa aventura de ser mujer militar.

Feliz día de la mujer.