La formación que reciben los militares tiene alcances insospechados para la mayoría de las personas y, aprovechando el inicio de la temporada de incendios forestales, se los voy a demostrar. En ocasiones se pueden escuchar o leer comentarios que cuestionan la formación militar en función de su real utilidad para la sociedad, sobre todo cuando la paz se asume como garantizada. Sin embargo, hoy en día es posible aplicar teorías asociadas al fenómeno la guerra, para enfrentar emergencias como los incendios forestales. Este es el caso del principio de “superficies y vacíos” en el marco de operaciones multi agenciales. Estimo que, de aplicarse correctamente este principio, se puede reducir considerablemente el tiempo que toma extinguir un incendio forestal de proporciones.
Según los registros de Conaf[1], en el verano de 2017 se produjeron los incendios forestales más grandes de la historia nacional. Hasta ese entonces, la peor temporada registrada había arrasado con más de 128.000 hectáreas en 2014, mientras que el incendio de mayores proporciones consumió 25.389 hectáreas en el sector de La Rufina (Región de O’Higgins) en el año 1999. En cambio, la trágica temporada de 2017, consumió más de 570.000 hectáreas a nivel nacional y como muchos recordarán un solo incendio cubrió 159.812 hectáreas en la provincia de Cauquenes (Región del Maule). Cabe mencionar que este incendio tomó poco más de cuatro meses en ser completamente extinguido. En síntesis, es posible asumir que nadie estaba preparado para enfrentar incendios de estas dimensiones y por lo tanto, es probable señalar que los procedimientos usados hasta esa fecha no respondían a las demandas que trajeron consigo los denominados mega incendios.
En términos generales, el procedimiento llevado a cabo para enfrentar los incendios cedía la iniciativa al “adversario” y peor aún, lo atacaba en su punto más fuerte. La secuencia era (es) más o menos así: Cerca de las ocho de la mañana el jefe de incendio realizaba un vuelo de reconocimiento para identificar los focos activos y aquellos que se habían extinguido. Al regreso, se organizaban las brigadas de Conaf y las de Ejército, las que luego de los briefings correspondientes, se distribuían en los sectores designados. Paralelamente, las aeronaves disponibles comenzaban las tareas de llenado, traslado y derramado de agua sobre los focos de incendio. Por su parte la maquinaria pesada (MOP y Ejército) proseguía con la confección de cortafuegos destinados a restringir la progresión del fuego. Esto significaba que las brigadas y las aeronaves, comenzaban sus tareas de extinción del fuego, en muchas ocasiones no antes de las 10 de la mañana. Es decir, el esfuerzo principal de la operación comenzaba sus labores en el momento en que la temperatura y la velocidad del viento aumentaban, mientras que la humedad se reducía al mínimo. La operación se extendía por hasta ocho horas período en el que las llamas alcanzaban su mayor fuerza.
El principio de “superficies y vacíos” propuesto por William S. Lind en su “Manual de la Guerra de Maniobras” no es otra cosa que la capacidad para aplicar la parte más fuerte de mi dispositivo sobre la parte más débil del dispositivo adversario. La complejidad en el caso de un incendio forestal, está dada por entender que el punto más débil del “adversario” (fuego) no es un punto en el espacio, sino uno en el tiempo. Las condiciones meteorológicas, elemento común de análisis en cualquier proceso de planificación militar, hacen del fuego un adversario muy potente entre las 10 de la mañana y las seis de la tarde, sin embargo, reducen considerablemente su voracidad durante los crepúsculos matutinos o vespertinos. Entonces, el punto débil del incendio comienza con las primeras horas de luz (asumiendo la inviabilidad técnica para operar de noche dado el peligro que reviste para personal y aeronaves), se interrumpe con el aumento de la temperatura y la disminución de la humedad, y se reanuda cuando esta secuencia se invierte pasadas las seis o siete de la tarde.
Tomando estas ventanas de tiempo como resultados del análisis de la misión, se puede diseñar un concepto de operaciones que eventualmente, reduzca de forma significativa los efectos del fuego. Inicialmente, las aeronaves destinadas para combatir el fuego deben iniciar la maniobra apenas las condiciones de luminosidad se los permita. Paralelamente, las brigadas que tengan claridad de la ubicación de los focos de incendio en función de las acciones del día anterior, deben dirigirse en forma descentralizada hacia los lugares de empleo, previendo la confirmación o reubicación de parte del jefe de incendio que realiza el reconocimiento. Esto les puede otorgar mayores posibilidades para acortar distancias con los focos activos, pudiendo ser más eficientes con el empleo de sus conocimientos y de sus medios. Posteriormente, cuando el fuego toma fuerza las brigadas deben retroceder y eventualmente descansar para dar paso a la maquinaria pesada, la que, a mayores distancias, puede realizar su trabajo con la información obtenida por el reconocimiento aéreo. Durante este período, se recomienda contar con una reserva que permita atacar rápidamente algún foco incipiente o bien la reactivación de alguno de ellos. Una vez que el fuego vuelve a perder fuerza, las brigadas y las aeronaves deben contraatacar con fuerza, esperando que la llegada de la noche, reduzca aún más la fuerza del incendio.
Los militares estamos preparados para apoyar a la sociedad a la que nos debemos de diversas maneras. Nuestros conocimientos y experiencias trascienden el empleo de fuerzas en un conflicto convencional y nos permiten ser una herramienta valiosa para momentos complejos como los que el país vive cada tanto producto de catástrofes naturales o antrópicas. Esto demanda de quienes formamos las filas del Ejército, la capacidad para mantenernos en un alto nivel de preparación profesional, el que hace de nuestra Institución una organización relevante para el desarrollo nacional.
[1] www.conaf.cl/incendios-forestales/incendios-forestales-en-chile/estadisticas-históricas/
Foto extraída del sitio web del Ejército de Chile https://www.ejercito.cl/noticias/M%C3%A1%3Bs+de+700+efectivos+del+Ej%C3%A9%3Brcito++apoyan+las+zonas+afectadas+del+pa%C3%AD%3Bs-2598
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Me gustó el punto de vista del autor con respecto a que el fuego es el adversario y como afrontar estas situaciones, aunque me gustaría agregar que la base para las operaciones exitosas recae en el entrenamiento de los pelotones, en este caso de las brifes ya que el empleo eficiente y descentralizado de estas aseguran el éxito (amagar el incendio).
Tal vez deberíamos plantearnos la idea que ya en nuestra formación inicial en los institutos formadores de oficiales y clases la “escuela militar” y la “escuela de suboficiales” deberían incluir asignaturas, ramos e instrucciones en terreno que incluyan estos temas tanto en lo teórico como en lo práctico ya que cada día puedo sentir que nuestro rol de garantes de la paz ya no sólo se orienta a la guerra.
Estimado Augusto :
Si bien, concuerdo con ud . en la idea de realizar instrucción y entrenamiento para los integrantes de las BRIFES y formación del personal en estas materias , estoy en desacuerdo en hacerlo en los cursos de formación de oficiales y clases.
Las escuelas matrices deben enfocarse a formar comandantes de sección y escuadra con las competencias para desempeñarse en operaciones de combate. Ese es el foco y propósito principal de la función formadora, pues es la misión primordial del Ejército y el resto de sus tareas , aunque importantes , se derivan de lo principal. Por lo tanto , todos los esfuerzos deben dirigirse a ese fin.
Además , el incluir más contenidos en los ya abultados currículums docentes de la Escuela Militar y de Suboficiales haría modificar la malla curricular en favor de , cómo dije , actividades que no son primordiales. Esto iría en desmedro de su formación para la guerra.
Por último , la etapa de formación inicial de oficiales y clases es clave para el desarrollo del ethos militar , por lo tanto , todas las actividades deben ir en función de crear una cultura guerrera que los acompañará toda la vida.
Cómo señalé, es importante formar y capacitar a los integrantes de las BRIFES, pues de ellos depende una labor valiosísima para nuestro país , sin embargo , la oportunidad de hacerlo no está en las escuelas matrices sino una vez egresados de ellas.
Creo excelente el punto de vista de Fernando Garetto, es una obligación de todos los “planificadores expertos” (OEM) en el cual considero que tenemos mucho que avanzar, es transformar el PPM en “la herramienta” de solución de problemas de toda clase u origen, restringiendonos o esperando aplicar el PPM solo para OM…. Creo que un buen inicio sería que en los CREMs se diseñarán ejercicios de todo tipo para aplicación del PPM, me explico, me refiero a desarrollar MAPEX para estructurar un periodo de I/E, un MAPEX para enfrentar un incendio forestal, un MAPEX para enfrentar un EEC, u otro proble
Mi Cdte:
Muy interesante su aproximación para el uso del PPM y ,de acuerdo a eso, me gustaría hacer unos alcances y aportar sobre el tema.
Creo que el PPM es una herramienta para la resolución de problemas y que puede ser complementada por otras . Todos los problemas militares son distintos en su origen, conformación y solución. Un problema militar originado desde una orden del escalón superior , con acceso a información útil y con recursos adecuados para su resolución es, en general , un problema que se podría resolver usando el PPM. Sin embargo , cuando no hay antecedentes claros, cuando no hay una orden del escalón superior bien definida , cuando en el problema militar interactúan infinidad de actores , hay herramientas más adecuadas , cómo por ejemplo el Diseño Operacional. Existen muchas herramientas para distintos problemas , lo importante es saber utilizar la adecuada para cada uno. No quiero decir que el PPM no sea válido ( de hecho , tal como ud. lo señala es muy útil ) , pero mi punto es que no debe ser la única herramienta y puede ser reemplazada o complementada con otras de acuerdo a la situación.
Un abrazo y lo mejor para el 2020.