Alexandra es pequeña, pero grande. A
penas aparece en la zona de embarque muchas de las nerviosas miradas comienzan a seguirla. Forma a su “vuelo”[1] y los mira a cada uno. Sin decir mucho queda claro que están frente a alguien que sabe lo que hace. Eso calma un poco los nervios de quienes están frente a ella. Ordena retirar los paracaídas, sacarlos de la “bolsa de aviador” y desestibar las correas para dejar todo en el suelo apoyado en la reserva.
El frío de la madrugada marca la hora de entrar en calor. Formados nuevamente, comienza el trote acompañado de los tradicionales cantos. Ella los acompaña con una sutil sonrisa propia de quien hace rato está disfrutando con su labor. Luego un poco de articulación y vuelta a ubicarse frente a los paracaídas.
Con su gente ya equipada, procede junto a su equipo a revisar uno por uno a quienes se alistan a saltar. Ella, al igual que el resto de los jefes de salto sabe la secuencia de memoria. Se practica muchas veces durante el curso, una y otra vez, a veces “en seco” frente a un árbol o simplemente haciendo la mímica en el aire. Esto, ya que quizás, uno de los exámenes más difíciles del curso de jefes de salto es el de “inspección”. Nadie puede subirse a un avión si no está perfectamente equipado y Alexandra lo sabe. No en vano el lema de los jefes de salto es “siempre daré valor”.
Todos equipados e inspeccionados, sentados en la loza escuchando atentamente las “orientaciones” de la jefe de saltos. Ella expone con firmeza y calidez las características de la zona de salto, los procedimientos de emergencias, los “mandos de salto”[2], los “puntos de contacto”[3] al caer al suelo y las señales normales de aviso[4] entre otros procedimientos. Luego, se encienden los motores; Ahora sí que la cosa viene en serio.
El aire caliente con olor a combustible quemado da la primera bofetada a quienes se encuentran formados en cuatro filas frente a la rampa trasera de la aeronave, donde ya se encuentra posicionada Alexandra. ¡Filas exteriores embarcar”! – se escucha con energía por sobre el ruido de los motores del avión. Luego es el turno de las otras dos filas. Ella los recibe en la rampa cual huésped recibe a sus invitados. Los paracaidistas se sientan dificultosamente y se abrochan el cinturón.
El ruidoso carreteo culmina con un estruendoso “C H I”, una vez que las ruedas del avión pierden el contacto con el suelo. Luego de eso, todas las miradas se centran en nuestra protagonista. Al alcanzar cierta altura, ella se levanta, “se engancha”[5], mira a su gente y les dice con energía “¡diez minutos!” a lo que todos repiten al unísono con la misma voz. Luego el procedimiento se repite, pero ahora cuando restan seis minutos para saltar. Su señal transmite confianza.
Ahora viene lo bueno. Luego de ordenar desabrocharse el cinturón, nuestra jefe de saltos palmotea sus manos tres veces y extiende sus brazos hacia adelante y ordena “¡Prepararse!”- “¡Vamos a saltar!” repiten todos. “Primer pase, levantarse” dice fuerte Alexandra sin que un ápice de duda se asome por su rostro jovial adornado con las correas del caso, sus antiparras y donde resalta un par de sobrios aros de perla. La secuencia sigue su histórico curso: “¡Enganchar línea estática”, “¡Revisar línea estática!”, “¡Revisar equipo!”, “¡Numerarse!”… Con esa voz el primer paracaidista se acerca a la puerta y es detenido con una mano por la mujer que está a cargo del vuelo.
Cinco nudos[6] le indica el load master[7] y ella traspasa la información a sus ya casi hermanos de la seda. “¡Un minuto!”; El salto es inminente. Alexandra mira a los ojos al primer hombre del pase y con firmeza le ordena “¡Párese en la puerta!” El hombre sigue bien la instrucción. Luego, la jefe de saltos, con una rodilla en el suelo, la mitad de su cuerpo asomado al vacío, afirmada al avión con una mano y con la otra abrazando una pierna de quien se apronta a saltar, alinea su vista con la punta de la bota y la marcación que se ve 1200 pies más abajo[8]. Cuando ya está casi perpendicular al painel[9], se echa para atrás y espera el timbre el que llega dos segundos después. El resto contempla su sólido actuar expectante.
“¡Salte!” le grita a la vez que golpea enérgica la parte posterior del muslo del paracaidista que llevaba agarrado. El procedimiento se repite con todos quienes se van acercando a la puerta del avión. Luego del último, ella revisa la cola del avión y recoge las bolsas de despliegue que quedan bailando cueca en el exterior de la aeronave. Es el turno del segundo y último pase y claro, su propio turno. Se repite el procedimiento el que finaliza con el salto y posterior aterrizaje de Alexandra y de todos quienes llegaron a tierra firme.
¿Por qué lo haces?
“Desempeñar este puesto me ha permitido demostrar mis habilidades y el valor que se necesita para enfrentar y superar los desafíos que conlleva la coordinación y ejecución de los saltos desde una aeronave en vuelo, ya que se requiere de habilidades técnicas, liderazgo y capacidad para tomar decisiones rápidas, cualidades que trascienden el género.
Ser jefe de saltos ha sido una experiencia profundamente significativa para mí, especialmente considerando que este rol ha sido desempeñado por muy pocas mujeres anteriormente. Este hecho no solo honra y reconoce el legado de aquellas pioneras que se abrieron paso en un camino nuevo, sino que también subraya la capacidad y las competencias de las mujeres en roles especializados y exigentes.”
Cb2. Alexandra Rivera G.
Jefe de Saltos de la Brigada de Operaciones Especiales del Ejército de Chile.
Fuente de la imagen: Sitio web del Ejército de Chile. Disponible en https://www.ejercito.cl/prensa/visor/mas-alla-de-los-limites-jefa-de-salto-militar#gallery-news-4635-3
[1] El grupo de personas que irá junto en el mismo avión.
[2] Desabrocharse el cinturón, levantarse, enganchar línea estática, revisar línea estática, revisar equipo, numerarse, párese en la puerta y ¡Salte!
[3] Planta de los pies, pantorrillas, muslos, glúteos, músculos dorsales y nuevamente los pies. Esto cuando resulta. Cuando no, normalmente sale involuntariamente una “milanesa” (planta, poto, cabeza).
[4] 20, 10, 6 y 1 minuto y la velocidad del viento.
[5] Al cable de anclaje: Cable de acero que recorre el avión de cabina a cola y donde se enganchan las líneas estáticas de los paracaídas, encargadas de desplegar el paracaídas una vez que sales del avión.
[6] Forma en la que se transmite la velocidad del viento.
[7] Parte de la tripulación del avión.
[8] 365 metros.
[9] Trozo de material sintético, normalmente de color naranjo y reflectante utilizado para marcar las referencias de la zona de saltos.