La Pega más Linda del Mundo

Me encanta ser militar. Ya han pasado más de veinte años y sigo sintiendo la vocación en cada momento. Es mi proyecto laboral de vida y es lo que más me gusta hacer.

Pero hay un trabajo que elegí y que va mucho más más allá de las 24/7. Más allá de todo juramento. Es algo que me mueve el piso todos los días, que me convierte de cero a cien, y en dos segundos en una guerrera capaz de todo: Es el trabajo de ser madre.

A eso me referiré hoy, a la maravillosa oportunidad y capacidad que se nos ha regalado a las mujeres de poder traer a un ser humano al mundo, ¡eso de ser mamá!

En mi caso, tengo dos hijos, dos hombres que día a día me hacen querer ser mejor mujer, mejor militar, mejor ser humano, porque cuando los veo, visualizo mi legado en el mundo, su futuro, sus proyectos que en su inicio son parte de los míos. Ellos son lo único realmente valioso que el universo va a tener de mi; mi sangre, mis células, mis átomos, todo mi ser trascenderá en mis hijos. También son dos hombrecitos que hacen que me levante todos los días, que sea resiliente. Son los que me impulsan a lograr mis objetivos, solo porque ellos me están viendo y quiero que al igual que yo, que luchen por sus sueños, que en su mundo sepan que pueden ser todo lo que quieran ser.

Al verlos crecer, me nace una necesidad insondable y a veces terrible (desde la incertidumbre y ansiedad) de ser mejor, y de hacer del mundo un lugar que permita que mis hijos hagan sus sueños y proyectos realidad. La necesidad de dejarles algo mejor de lo que yo tuve, de lograr que sean hombres de bien, hombres seguros de lo que son y que aporten a la sociedad, no desde la exigencia, si no que en su propia existencia y conciencia.

No es fácil todo esto. Recuerdo con mi primer hijo el miedo profundo que sentí cuando me dieron de alta en maternidad del Hospital Militar. Una suerte de terror de hacerme cargo de una vida cuyo completo bienestar dependía de mi… Creo que nunca pensamos en eso… Si hacemos ese ejercicio, nos vamos a seguir sorprendiendo de las maravillas del ser humano, y en este caso, de las mujeres y madres. Todo ello también incluye a aquellas que, pese a no ser mamás biológicas, son madres de tomo y lomo; las que crían, a ellas toda mi admiración ya que son capaces de hacer propio un universo que no nació de ellas, por voluntad y amor puro…

Pensemos y reflexionemos un minuto en lo que significa ser mamá. No desde la perspectiva de comparaciones odiosas que a veces nos gusta hacer. Hagámoslo desde la verdad, en este caso desde mi verdad, y de aquellas que al leer esto se identifiquen. Analicémoslo desde la esencia y de aquello que sentimos, pensamos y hacemos cuando somos madres. Esa verdad que ocurre solo en nuestra mente abismante.

Ser mamá saca lo mejor de las mujeres. Convierte a la mujer más tímida en la más guerrera y a la más temerosa en la más valiente. Pero del mismo modo, ser madre saca a flote todos nuestros miedos; miedo a que nuestros hijos no sean felices, a que fracasen y no lo puedan manejar, miedo a equivocarnos, miedo a hacerlo mal, a ser un mal ejemplo. Ese es uno de los costos que asumimos.

En resumen, los sentimientos que produce ser madre nos vuelan la cabeza toda la vida, al darnos cuenta que ¡si se puede morir de amor!

¡Incluso los estoicos hablan de esto! Séneca, uno de los mas grandes representantes de dicha filosofía, cuando se va al exilio le escribe una carta a su madre en el género literario llamado “Consolación” (Consolatio a Helvia)[1] donde trata de calmar el dolor de su mamá por su propio sufrimiento, declarándole que no está solo y que las virtudes estoicas lo acompañan: “lo único que puede calmar el dolor de una madre es calmar el dolor de su hijo[2]. Podríamos inferir, que la maternidad también es un tema de discusión; la madre es una figura de importancia y Séneca, al preocuparse de apaciguar el dolor en ella, evidencia la trascendencia de los lazos madre e hijo, que tiene efectos en la adultez. Sabemos del valor del apego materno en las personas, desde su nacimiento. Los estoicos también hacen referencias al tema que hoy nos convoca… Todos venimos de una mujer.

¿Y que ocurre con las mamás militares? Pues lo mismo que con cualquier mamá que trabaja y que tiene proyectos laborales. Las cualidades y características que aporta la maternidad también se refleja hacia las personas con las que trabajamos; en mi caso, para los hombres y mujeres que tengo bajo mi mando y que están en un proceso de formación, para ellos quiero lo mejor; que puedan optar a algo superior de lo que tuvieron mis generaciones, que sean mejores soldados que yo. El día que los recibí, les indiqué que a partir de ese momento eran parte de mi familia, y en ese instante confieso que también afloró hacia ellos mi instinto maternal. Quiero inculcarles la capacidad de sobrellevar los obstáculos de la vida, de la carrera militar, quiero que tengan las herramientas como ser humano de reponerse a la adversidad, de pelear por sus sueños y por eso trabajo todos los días.

En otra oportunidad podríamos hacer un post de liderazgo y maternidad.

Para cerrar, y sin etiquetas, las madres somos amor… amor por quebrarnos y quedar rotas para dar vida. Este es nuestro súper poder, ¿que superhéroe puede crear una vida?, ninguno que yo conozca, ¡nada supera nuestro súper poder! Somos atómicas en su etimología y en su analogía… Somos increíbles por poder sostener dos mundos en nuestro interior.

FELIZ DÍA A TODAS LAS MAMÁS!!!

[1] https://web.seducoahuila.gob.mx/biblioweb/upload/CONSOLACION.pdf

[2] https://www.mamagazine.es/consolacion-a-la-madre-maternidad-y-filosofia/

 

Fuente de la imagen: Cuenta de Facebook de la Academia de Guerra del Ejército de Chile (https://web.facebook.com/photo/?fbid=1056430184758654&set=a.172768786458136)