A pesar de que algunas corrientes sociales actuales apuntan en dirección contraria, creo que hombres y mujeres no son iguales. Al contrario, somos inmensamente diferentes, tanto física como psicológicamente. De hecho, si analizamos la labor más básica de cada sexo, que es la de preservar la especie humana, cada uno tiene una función particular. Pero esta diversidad no tiene nada que ver con la capacidad para resolver problemas o lograr un objetivo. Hombres y mujeres podemos cumplir la misma función, pero diferenciándonos en el “cómo” se abordan o dan respuesta a las diferentes problemáticas y/o cuestionamientos. En el caso de la formación de los futuros oficiales de ejército en la Escuela Militar, resulta fundamental que quienes la llevan a cabo, combinen diversas formas de cumplir con los objetivos, aspecto que puede contribuir a consolidar una formación más integral.
Históricamente la formación militar ha sido liderada por hombres. Por consiguiente, esta educación se ha caracterizado, en la gran mayoría de los casos, por principios más “masculinos” como la competitividad, el individualismo y un enfoque sobre el logro de la meta. Esto último, hablando en términos educativos, tiene semejanzas al “currículo por objetivo”. Es importante que esto no se lea como características negativas, sino como una particularidad que se ve más frecuentemente en hombres que en mujeres. Mientras los niños juegan a quien corre más rápido o miden sus capacidades a través de un juego de oposición (fútbol, básquetbol), la gran mayoría de las niñas tienden a jugar en actividades de características más colaborativas.
Independiente del interés particular, desde pequeños, hombres y mujeres, se enfocan en procesos distintos. Mientras en un viaje a la playa los hombres o aquellas personas con características más masculinas, quieren llegar pronto a destino, idealmente sin hacer detenciones en el camino, las mujeres o personas con particularidades más femeninas tienen planeadas a los menos un par de paradas en la ruta, donde se incluye el lugar donde van a comer, la parada para comprar pastelitos o frutas y verduras en la carretera, etc. Lo anterior, revela que las mujeres, importándoles también el objetivo, no se centran solo en éste, sino también en el proceso. Volviendo a la analogía educativa, tiene mayor relación con el “currículo por competencias”. Es por este motivo, que el sello que le impregna el profesor al proceso de enseñanza aprendizaje, tiene mucha relación con el género de éste.
Existen distintos caminos para llegar a un objetivo. Puede haber rutas caracterizadas por principios más femeninos y otros más masculinos. Cuando ambos caminos llegan al objetivo, ninguno es mejor que otro sino diferentes y complementarios, porque en cada uno se aprenden cosas distintas.
Ahora bien, como el fin de este artículo es dejar en evidencia la importancia de la labor femenina, profundizaremos en ella. Es así como la formación impartida por una profesora generalmente estará centrada en el camino y no sólo en la meta. Así, el proceso se verá enriquecido con valores asociados a la colaboración, al trabajo en equipo, a la importancia del proceso mismo, a la validación de los logros intermedios, a la formación y consolidación de la confianza y la autoestima, al fomento de la comunicación entre pares, a la generación de ambientes de trabajo gratos y alegres que entienden al cadete no sólo como un alumno, sino como alumno-persona, perteneciente a un subconjunto de cadetes de la Escuela Militar, subconjunto perteneciente a una familia, amigos, etc. Es decir, el alumno y su contexto sociocultural.
La familiarización con el contexto sociocultural del alumno, es decir, conocer al cadete, es una herramienta fundamental para el docente, durante el proceso enseñanza aprendizaje. Esto, ya que, gracias a este contexto, la profesora es capaz de guiar y/o dar una respuesta más efectiva a las problemáticas del alumno y, por consiguiente, dar una mejor respuesta a la necesidad del cadete. Adicionalmente, se generan lazos de confianza donde el alumno se siente grato y deseoso de participar del aula, obteniendo así, un cadete motivado, que explotará al máximo sus capacidades para poder cumplir con las tareas guiadas por el profesor. Todo lo anterior, da como resultado el deseado círculo virtuoso de educación.
Esta formación, con características más femeninas, también será relevante en el quehacer de los futuros oficiales de Ejército. Hace más de 10 años, aprendí de un joven Capitán una frase, que hoy me hace mucho sentido dada mi responsabilidad en la formación de los alumnos de la Escuela Militar … “La palabra convence, pero el ejemplo arrastra”. Esto me hace pensar en cómo los alumnos a quienes hoy tengo privilegio de formar, podrán replicar esta forma de enseñar con sus subordinados y subalternos.
Estos valores implícitos en la formación de las docentes, toman mayor importancia en el actuar del Ejército, específicamente en las áreas relacionadas con las emergencias nacionales, protección civil, contribución al desarrollo nacional y a la acción del Estado, donde sin duda la cooperación, el trabajo en equipo, la confianza, la alegría y la empatía, son cualidades fundamentales que pueden contribuir a cada soldado para cumplir con éxito las demandas solicitadas por la sociedad a la cual sirve.
Finalmente, quisiera repetir el consejo que siempre les doy a mis queridos cadetes:
… “enamórense de lo que hacen, porque cuando uno ama, nunca se agotan las energías y las rutas se multiplican para alcanzar las metas”…
Mujer, mamá de Mariano y profesora de educación física, Diplomado en evaluación educacional y Magíster en entrenamiento deportivo. Hija y hermana de militar. Oficial de reserva del Regimiento N°1 Buin y orgullosa de pertenecer y aportar hace más de 13 años a esta Institución.
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