15 de Noviembre de 2025

Diez años después: lo único organizable siguen siendo nuestras acciones

 

Hace diez años tuve el privilegio de participar como TEDx speaker en un evento organizado por la UDP, con un tema que me había acompañado toda la vida: el caos. No el metafórico ni el teórico, sino ese que huele a tierra húmeda, a metal y a miedo; el que se siente cuando el entorno se vuelve ingobernable y lo único que queda por ordenar son los propios pensamientos.

En ese entonces venía de experiencias en Bosnia y en el sur del Líbano, donde la guerra era una maestra cruel, pero precisa: enseñaba que el control es una ilusión, que el orden no depende del entorno sino de las decisiones que uno toma dentro de él. Hoy, al mirar hacia atrás, veo que poco ha cambiado. El caos no explota en trincheras, sino en pantallas, en instituciones cansadas, en aulas llenas de jóvenes que enfrentan incertidumbres nuevas con recetas del pasado. Y entonces la pregunta vuelve con más fuerza: ¿Sigue siendo posible organizar algo en medio del desorden contemporáneo, o el caos ha cambiado de rostro sin perder su esencia?

En la charla de 2015, todavía disponible en YouTube, hablaba de la guerra como el laboratorio extremo del desorden humano. Desde esa experiencia nacieron tres aprendizajes esenciales. El primero fue la comprensión situacional. Aprendí que antes de actuar, hay que entender el terreno —no solo el físico, también el humano—. En Líbano, por ejemplo, descubrimos que aplicar el mismo método a todos los pueblos era ineficiente y ciego. Solo al comprender sus diferencias culturales, religiosas y sociales, logramos priorizar y actuar con impacto real. La lección fue clara: comprender es el primer paso para reducir la incertidumbre.

El segundo aprendizaje fue sobre la toma de decisiones. En Bosnia, cada patrulla enfrentaba el riesgo invisible de las minas. La planificación era vital, pero también lo era la intuición formada en la experiencia. Descubrí que ningún plan sobrevive intacto al primer contacto con la realidad —como decía Von Moltke—, y que decidir rápido no es improvisar, sino confiar en lo aprendido. La intuición, sin conocimiento previo, es solo azar.

Y el tercero fue el liderazgo, especialmente frente a ese mismo azar. En mis misiones, el equipo estaba compuesto por personas de más de veinte países, idiomas y culturas. No había manera de controlar todo; solo se podía influir a través de la confianza. Fue entonces cuando entendí el verdadero valor del “mando tipo misión”: no decir “cómo” hacerlo, sino “para qué”. Cuando cada miembro entiende el propósito, incluso el azar puede jugar a favor. De ese conjunto de experiencias nació la idea central de aquella charla: el caos no se organiza desde fuera; solo desde la acción consciente dentro de él. Lo único verdaderamente organizable son nuestras propias acciones.

Una década después, el caos cambió de rostro. Ya no tiene banderas ni frentes definidos. Vive en los algoritmos que moldean nuestras opiniones, en la polarización que se disfraza de debate y en la fragilidad emocional de sociedades que lo tienen todo, pero sienten que les falta sentido. En Chile, la incertidumbre social posterior al estallido del 18 de octubre nos dejó una lección similar a la de los conflictos armados: las crisis no surgen de la noche a la mañana, se incuban en silencios prolongados. La educación, que debería anticipar esos cambios, muchas veces llega tarde o se queda atrapada entre la tradición y la urgencia. ¿Cómo formar jóvenes capaces de pensar críticamente si el sistema educativo le preocupa más evaluar que de educar?

En Latinoamérica, los síntomas se repiten con acentos distintos: sistemas políticos frágiles, desigualdad persistente, migraciones masivas, y una educación que no logra conectar conocimiento con propósito. Mientras tanto, el caos se infiltra en lo cotidiano: aulas con estudiantes hiperconectados, pero desconectados de su propio proyecto de vida o de su propósito, como mencionaba Ken Robinson. Y en el mundo, las guerras híbridas y los conflictos culturales han reemplazado las fronteras físicas por ideológicas. Las redes se transformaron en trincheras. La sobreinformación es una nueva forma de niebla de guerra: nos impide distinguir lo esencial de lo accesorio. ¿Qué hacemos, entonces, cuando el caos ya no está afuera sino dentro de nuestras propias organizaciones, nuestros equipos, nuestras familias e incluso nosotros mismos?

Una de las lecciones más potentes del ámbito militar —y quizá la más transferible al civil— es la del mando tipo misión: liderar a través del propósito y no del control. En tiempos de inmediatez, delegar sin perder el rumbo se vuelve una forma de supervivencia organizacional. En el ámbito educativo, este principio cobra más vigencia que nunca. El liderazgo pedagógico, el trabajo en red y la autonomía de los equipos docentes son la expresión moderna de esa filosofía: decirles el “para qué”, no el “cómo”. Un docente empoderado actúa como un comandante de misión: conoce la intención, entiende el contexto y toma decisiones adaptativas frente a lo imprevisible. Las instituciones que logran esto —sean escuelas, universidades o empresas— son las que sobreviven al caos. No porque lo eliminen, sino porque aprenden a moverse dentro de él. ¿Qué pasaría si educáramos a nuestros jóvenes como si cada uno comandara su propia misión vital?

El caos no se vence; se aprende a resolver en el. No se domina; se comprende. En 2015, esa fue una lección de guerra, desde quienes operábamos por la paz. En 2025, es una lección de humanidad. Hoy, cuando la incertidumbre parece permanente y la velocidad del cambio abruma, la única estrategia sensata sigue siendo la misma: organizar nuestras acciones. Entender antes de decidir, decidir antes de reaccionar, y liderar con propósito antes que con control. Porque lo único organizable sigue siendo lo que hacemos —no lo que tememos, ni lo que deseamos—. Y en ese pequeño espacio de acción consciente, cabe toda la posibilidad de cambiar el mundo.

Fernando Silva Ramírez

Amante de mi familia, estoico en formación y convencido de cambiar el mundo formando mejores lideres en las nuevas generaciones.

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Un comentario en “Diez años después: lo único organizable siguen siendo nuestras acciones

  1. Organizar el desorden: liderazgo estratégico y propósito en tiempos inciertos

    Ensayo militar y prospectivo

    “El futuro no se predice: se prepara.”
    — Gaston Berger (1957)

    DEFENSA, SEGURIDAD Y ESTRATEGIA

    ¿Es posible organizar algo en medio del desorden contemporáneo, o el caos ha cambiado de rostro sin perder su esencia?
    Durante siglos, la estrategia militar se concibió como el arte de imponer orden sobre el caos externo. Sin embargo, en el siglo XXI, ese caos se ha desplazado hacia dentro: se expresa en las instituciones, en los equipos humanos, en la familia e incluso en el individuo. Ya no basta con dominar el entorno; hoy debemos entender el desorden interno que impide actuar con coherencia.

    En el ámbito militar, la primera lección es clara: comprender antes de decidir. La comprensión situacional constituye la base de toda acción estratégica. Sin lectura del entorno, sin análisis del contexto, la decisión se vuelve mera reacción. De ahí derivan tres principios fundamentales del liderazgo contemporáneo:
    entender antes de decidir, decidir antes de reaccionar y liderar con propósito antes que con control.

    Como advierte el Coronel Fernando Silva (ArmaMente, 2023), “el desafío contemporáneo del liderazgo no es controlar el caos, sino dotarlo de sentido.” Esta idea complementa la lógica del mando tipo misión (Auftragstaktik), en la que el líder entrega el propósito y no el detalle; confía en la iniciativa subordinada y forma a sus equipos para decidir con autonomía dentro de una intención superior. Este modelo —basado en la responsabilidad, la flexibilidad y la confianza— resulta hoy más vigente que nunca, tanto en el campo militar como en el civil.

    El pensamiento prospectivo, por su parte, amplía esta mirada: anticipar no es adivinar, sino preparar decisiones con visión de futuro. En defensa y seguridad, pensar prospectivamente significa comprender que los conflictos ya no se definen solo por armas o territorios, sino por información, legitimidad y cohesión social.
    Como señala John Griffiths (AthenaLab, 2024), el desafío para Chile está en “reconstruir capacidades estratégicas en un contexto de incertidumbre sistémica y fragmentación social.” Ello exige líderes que comprendan la complejidad, no que la simplifiquen.

    Aquí la educación cobra una dimensión estratégica: un sistema que evalúa más de lo que educa no formará estrategas, sino ejecutores. La formación del pensamiento crítico, la toma de decisiones y el liderazgo con propósito son hoy funciones de seguridad nacional tanto como de desarrollo humano. La cultura de la obediencia debe transformarse en cultura de la responsabilidad.

    El siglo XXI demanda una nueva síntesis: unir la sabiduría del pensamiento militar con la creatividad del pensamiento civil, bajo una mirada prospectiva. El verdadero orden ya no proviene del control del caos, sino de la comprensión del sentido que nos permite actuar con coherencia dentro de él.

    Organizar el desorden es, en última instancia, un acto de liderazgo. No se trata de eliminar la incertidumbre, sino de convertirla en oportunidad. Y esa es —como enseña la tradición militar— la esencia misma de la estrategia.

    Bibliografía
    • Berger, G. (1957). Phénoménologie du temps et prospective. Presses Universitaires de France.
    • Clausewitz, C. von (1832). De la guerra. Trad. Espasa-Calpe, 1999.
    • Griffiths, J. (2024). Pensamiento estratégico y futuro de la defensa chilena. AthenaLab.
    • Heuser, B. (2010). The Evolution of Strategy: Thinking War from Antiquity to the Present. Cambridge University Press.
    • Mintzberg, H. (1994). The Rise and Fall of Strategic Planning. Free Press.
    • Moffat, J. (2010). Complexity Theory and Network Centric Warfare. DoD Publications.
    • Silva, F. (2023). El liderazgo en tiempos inciertos: mando y propósito en las fuerzas terrestres. Revista ArmaMente, N.º XX, Santiago de Chile.
    • Van der Heijden, K. (2005). Scenarios: The Art of Strategic Conversation. Wiley.
    • Weick, K. (1995). Sensemaking in Organizations. Sage Publications.

    Sobre la autora

    Mgtr. My. María Teresa Maydl Holzmann
    Oficial de Ejército (R).
    Magíster en Gestión y Administración en Salud – Universidad de los Andes.
    Licenciada en Ciencias Militares, mención Servicio Femenino Militar – Academia de Guerra del Ejército.
    Oficial de Ejército con título profesional en Servicio Femenino Militar de Línea – Academia Politécnica Militar.
    Posee postgrados en Ciencias de la Familia, Mediación Familiar y Gestión en Salud (Universidad de los Andes), y en Ciencias Militares (Academia de Guerra del Ejército).
    Especializada en Inteligencia Militar, Fuerzas Especiales, Análisis de Información y Capacitación pedagógica: Metodología de la Instrucción.

    Colaboradora del Museo Histórico Militar de Chile, donde ha realizado aportes patrimoniales y curatoriales vinculados al legado del Libertador General Bernardo O’Higgins y del General Ramón Freire Serrano.
    Autora de ensayos y artículos sobre pensamiento estratégico, liderazgo, defensa nacional y antropología femenina militar, publicados en CESIM, Realidad (Fundación Jaime Guzmán) y otros medios académicos.
    Condecorada por el Ejército de Chile con las distinciones “Misión Cumplida”, “Gran Estrella al Mérito Militar” y “Espíritu Militar” (Ejército de Chile y Ejército Argentino).

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