18 de Octubre de 2025

Cuando el desierto despertó: Crónicas de la Insurrección I

 

“El liderazgo no consiste en controlar el caos, sino en mantener la calma dentro de él”

 

Todavía no sé por qué me atraen tanto las películas postapocalípticas. Tal vez porque siempre hay un héroe que, en medio del caos, logra salvar al mundo. Ese personaje, mezcla del super hombre de Nietzsche y de héroes como O’Higgins, Prat o Carrera Pinto; personaje que encarna el ideal del liderazgo heroico: aquel en que una sola voluntad puede sostener a muchos. En el cine es ficción. En la realidad, a veces, también lo parece. Pero en octubre de 2019, en el norte del país, comprendí que no existen los superhombres, sino hombres y mujeres comunes capaces de sostener la estabilidad de una nación cuando el horizonte se vuelve incierto.

Durante casi un año nos habíamos preparado: desde la logística hasta la estrategia, desde el entrenamiento físico hasta el intelectual. Participaríamos en una maniobra militar combinada de gran envergadura, un FTX¹ de nivel brigada que reuniría más de doscientos vehículos blindados y alrededor de mil quinientas personas en el desierto de Atacama. Mi cargo: segundo comandante de la 1.ª Brigada Acorazada “Coraceros”². El escenario elegido fue la mítica “Pampa Chaca”, un lugar tan inhóspito que parece diseñado para poner a prueba la disciplina, la resiliencia y la cohesión de cualquier unidad.

Nuestra misión (por ejercicio) era destruir una fuerza adversaria simulada. Para lograrlo, debíamos cruzar un terreno crítico³ donde todos los vehículos —tanques Leopard 2, carros Marder, obuses ATP 155— se concentraban y quedaban expuestos. En el mundo militar, eso es un HVT (High Value Target)⁴: un punto vulnerable y tentador para el enemigo. Para asegurar el paso, una de las unidades más experimentadas del Ejército, el Batallón de Paracaidistas N.º 1 “Pelantaru”, saltaría desde Antofagasta para tomar el control del área. Cuatrocientos hombres caerían del cielo, mientras más de doscientos blindados avanzarían sobre ellos a 40 km/h, en medio de una tormenta de polvo donde la visibilidad se reduce a cero. Lo que está en juego no es solo la precisión técnica, sino la confianza en el equipo y la serenidad bajo presión. Esa es la primera lección de liderazgo: la confianza no se decreta; se entrena.

Mientras el sol comenzaba a caer sobre el desierto, montamos el puesto de mando móvil⁵, protegido por unidades antiaéreas y antiblindaje. Mi equipo trabajó con precisión quirúrgica: instalar comunicaciones seguras, activar sensores, establecer control. En medio de la tensión, recuerdo un gesto mínimo pero elocuente: mis suboficiales (Sof Guerra, Sg2 Puga, Cb1 Santibañez y Cb1 Muñoz) desaparecieron unos minutos y volvieron con un sartén de huevos revueltos con tomate y cebolla. Aquella cena improvisada, bajo un cielo cuajado de estrellas, me recordó que el liderazgo también se ejerce en los pequeños gestos: cuidar la moral del grupo, incluso cuando nadie lo pide.

Dormí menos de media hora bajo el chasis de un HMMWV⁶. Me despertó el oficial de turno: “¡Mi coronel, mensaje urgente de Arica!”. Pensé que se adelantaba el ejercicio. El mensaje era breve: “Desarmen todo y regresen al cuartel. Ejercicio cancelado”. Durante el trayecto de regreso, el amanecer reveló columnas de humo sobre Arica. La radio confirmaba lo que nadie quería creer: el país estaba en crisis. El llamado “estallido social” había comenzado.

El Chile que habíamos dejado dos días atrás ya no existía. Las ciudades ardían. Las instituciones tambaleaban. En ese momento entendí que la preparación técnica puede entrenarse en años, pero la preparación moral se construye toda la vida. Como decía un antiguo mentor: “Quien puede lo más, puede lo menos”. Cambiamos el plan sin esperar órdenes. Donde antes planificábamos maniobras de guerra, ahora debíamos organizar la defensa del orden público. Era una transición abrupta, pero el liderazgo consiste precisamente en adaptarse sin perder la calma ni la dirección.

A los pocos días, el presidente Piñera decretó el estado de emergencia⁷. En Arica, asumí como jefe del estado mayor del JDN (Jefe de la Defensa Nacional). El mismo “domo” que días antes servía para un ejercicio en el desierto ahora era el centro de operaciones reales en la Brigada Motorizada “Rancagua”. Todo cambió, menos una cosa: la obligación de liderar con ejemplo.

El desafío más duro no fue táctico, sino humano. Mientras nosotros nos desplegábamos 24/7, nuestras familias quedaban expuestas. La mía vivía en la Villa Militar del Fuerte Azapa, algo más seguras que las de otros camaradas. Pero incluso allí llegaron amenazas anónimas dirigidas a nuestros hijos. Mis hijas, de 15 y 17 años, recibieron mensajes que ningún adolescente debería leer. No fue un caso aislado; muchos hijos de militares fueron acosados o amenazados por redes sociales. ¿Cómo un hecho “espontáneo” podía mostrar tal nivel de coordinación? Ese fue el momento en que comprendí que lo que se había llamado estallido era, en realidad, una insurrección⁸ cuidadosamente orquestada.

En esas horas comprendí también otra dimensión del liderazgo: el coraje sereno. No el de quien grita órdenes, sino el del que mantiene la cabeza fría cuando su propia familia está en peligro. Las verdaderas heroínas de esos días fueron las esposas, madres e hijas de los militares. Ellas enfrentaron solas el miedo, el aislamiento y el acoso, mientras nosotros intentábamos restablecer el orden. Resistieron con una mezcla de estoicismo y amor que nos recordó que el valor no es solo cuestión de uniformes.

Un caso que nunca olvidaré fue el del Coronel Cuéllar, nuestro comandante subrogante. Mientras dirigía las operaciones en Arica, su casa en Iquique fue atacada. Su familia escapó saltando la pandereta del patio, mientras él, impotente, seguía al mando a 300 kilómetros de distancia. Su entereza en ese momento crítico nos enseñó más sobre lealtad, fortaleza y dominio emocional que cualquier manual.

Liderar en crisis no consiste en imponer control, sino en mantener la cohesión cuando la incertidumbre amenaza con quebrarlo todo. El liderazgo auténtico se revela cuando la estructura se tambalea, cuando no hay instrucciones ni certezas, solo convicción.

Aquel octubre cambió la historia del país, pero también la de quienes estuvimos allí. Nos recordó que la preparación militar no solo se mide en horas de entrenamiento, sino en la capacidad de actuar con sentido ético y humano ante la adversidad. El “héroe” de esta historia no es uno solo: son todos los hombres y mujeres que, sin capa ni aplausos, sostuvieron la línea, protegieron a otros y no renunciaron a la calma cuando el país entero parecía incendiarse.

Esa es, al final, la esencia del liderazgo: mantener la mirada en el horizonte cuando todo alrededor se desmorona.

 

 

 

¹ FTX (Field Training Exercise): Ejercicio táctico en terreno que reproduce condiciones reales de combate.

² Brigada Acorazada “Coraceros”: Unidad blindada del Ejército de Chile con base en Arica, dotada de medios acorazados y mecanizados.

³ Terreno crítico: Paso obligado cuya pérdida o bloqueo puede comprometer el éxito de la operación.

⁴ HVT (High Value Target): Objetivo de alto valor táctico o estratégico.

⁵ Puesto de mando móvil: Instalación de control operacional capaz de desplazarse con la unidad en movimiento.

⁶ HMMWV (High Mobility Multipurpose Wheeled Vehicle): Vehículo táctico blindado multipropósito.

⁷ Estado de Emergencia: Medida constitucional que otorga a las Fuerzas Armadas control del orden público bajo la autoridad de un Jefe de la Defensa Nacional.

⁸ Fernando Villegas, Insurrección (Santiago: El Mercurio, 2019).

Fernando Silva Ramírez

Amante de mi familia, estoico en formación y convencido de cambiar el mundo formando mejores lideres en las nuevas generaciones.

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