El “salto” que marcó mi vida

¡¡¡Un mil, dos mil, tres mil, cuatro mil!!! Termino de contar y tal como se me había enseñado miro hacia arriba para revisar el despliegue de la cúpula de mi paracaídas. El ruido del avión da paso a un silencio que llega a asustar. Todo está en orden. Miro a mi alrededor para evitar colisionar con algún otro paracaidista. Miro el horizonte y me sacudo un poco el miedo propio de saltar por primera vez de un avión en vuelo a 1200 pies de altura[1]. De alguna forma disfruto un par de segundos que me da la vista, el frío de un día de agosto del 2021 y la sensación de volar.

“¡No te desconcentres!” me dice una voz interior. Rápidamente tomo uno de los elevadores[2] con mi mano izquierda y lo recojo hasta mi pecho esperando que la cúpula del paracaídas de un giro hacia ese costado; lo hace, pero muy lento. Quiero caer a hacia delante porque dicen que las “milanesas”[3] duelen mucho. Suelto el elevador, se acerca el suelo rápidamente.

Me vuelve el temor, ya no de saltar al vacío sino de caer a tierra. Junto mis piernas. Me aprieto. Miro nuevamente al horizonte el cual sube vertiginosamente. Me preparo para aterrizar. Aterrizo. La cúpula del paracaídas cae suavemente sobre mi cuerpo y mi cara. “No hay viento” pensé. Mientras la cúpula terminaba de descender sobre mí, una especie de rayo comenzaba a subir desde mi tobillo derecho, rápidamente por mi pierna, siguiendo por mi columna hasta llegar a la cabeza. Algo no anda bien. Me intento poner de pie, pero no puedo. Estoy enredado con las líneas del paracaídas intentando sacármelas de encima pensando que de esa forma también me sacaré la extraña sensación que comienza a concentrarse cada vez más en mi tobillo. Ahora es dolor. Dolor y adrenalina. Dolor e incertidumbre. No puede estar pasando esto. Este es sólo el primero de cinco saltos para poder ser paracaidista.

No iré al hospital. Me amarro bien las botas, harto paracetamol y mañana caigo con el otro pie… En eso llega la ambulancia. Me ayudan a salir del embrollo en el que estaba. Me suben. A cada movimiento el dolor aumenta y la esperanza de graduarme como paracaidista junto a mis compañeros disminuye. El enfermero me saca la bota cortando los cordones. Mi esperanza desaparece el ver una pelota en el lugar donde debía estar mi tobillo. “Fractura” dijo el enfermero con una frialdad propia de quien conoce su oficio. El resto es historia conocida para cualquiera que se haya fracturado un tobillo.

Operación, reposo, kine, doctor, kine, reposo y más kine. Mis compañeros ya son paracaidistas. Yo no pude completar un solo salto. En ese momento de mi vida me sentí frustrado por que había fracasado en lo que tanto anhelaba. Sólo deseaba seguir saltando junto a mis camaradas con quienes ya había creado lazos de camaradería, amistad y un fuerte espíritu de cuerpo, valores que se acrecientan cuando saltas de un avión. También mi familia esperaba con ansias mi graduación de este curso que tanto les había mencionado. Todos estos sentimientos me atormentaban, no me dejaban tranquilo. No tuve más alternativa, para superar esas ideas, que aferrarme con uñas y dientes a mi sueño y hacer todo lo que fuese necesario para incorporarme a la “hermandad de la seda”.

Así fue como puse todo mi Ser en recuperarme y volver a quedar en condiciones de postular, quedar y aprobar el curso de paracaidistas. En esto mis compañeros fueron fundamentales. Y es que en las unidades de paracaidistas el espíritu de cuerpo se vive de forma distinta, en especial en la mítica 2ª Compañía de Paracaidista a la que yo pertenecía. Lo que destaca a esta unidad de paracaidistas sobre las demás es el amor que sus integrantes le tienen al saltar desde un avión con su paracaídas y vencer el natural miedo a la altura. Este espíritu de cuerpo fue un apoyo clave en mi recuperación.

Más de un año duró mi rehabilitación. Las dolorosas sesiones de kine me permitieron retomar progresivamente el entrenamiento físico, factor fundamental para poder ser aceptado en el curso de mis sueños. Sin embargo, un fantasma me miraba desde lejos cada vez que pensaba en volver a saltar. Si… El temor de volver a fracturarme y fracasar se adueñaba de tanto en tanto de mis pensamientos los que pude superar con mucho esfuerzo y perseverancia.

A pesar de la enorme desventaja que suponía el haber sufrido una lesión de esas características, pude superar las pruebas de postulación y ser aceptado a inicios de este año en el curso básico de paracaidistas. Las dos semanas de “entrenamiento en tierra” fueron igual de duras, pero mucho más calurosas que las vividas un año y medio antes. Ahora solo faltaba volver a saltar de un avión, repetirlo cuatro veces (una de ellas de noche) y pasar de ser un pierna[4] a un cherry.[5]

¡¡¡Un mil, dos mil, tres mil, cuatro mil!!! Miro y la cúpula está perfectamente desplegada. El suelo se acerca. Ya no tengo temor. Se lo que tengo que hacer.   El día está despejado. “¡No te desconcentres!” me vuelve a decir una voz interior. Tomo el elevador derecho y el paracaídas gira pero no lo suficiente. Voy cayendo hacia atrás. “Hay mucho viento” pensé. Me mando una milanesa monumental. No me importa. El paracaídas me arrastra un poco, pero lo logro controlar. A lo lejos escucho los vítores de mis compañeros. Ninguna sensación de rayo sube por mis piernas. Por el contrario, la emoción se empieza a apoderar de mis ojos.  Es el quinto y último salto. Soy paracaidista del Ejército de Chile.

[1] 365 mts aproximadamente.

[2] Cuatro correas de alta resistencia que unen el arnés del paracaídas con el conjunto de la cúpula. Hay dos delanteras y dos traseras las que a su vez se encuentran dos a la izquierda y dos a la derecha.

[3] Milanesa: “planta, poto, cabeza”. Sobrenombre coloquial que se le da a una caída mal efectuada en la que al momento de aterrizar, uno golpea las plantas de los pies, los glúteos y finalmente la parte posterior de la cabeza.

[4] Nombre que se le da a los alumnos del curso de paracaidista.

[5] Nombre que se le da a quienes no tienen más saltos que aquellos efectuados en el curso. De hecho el primer salto que se realiza luego de realizar el curso se le llama “matar el cherry”

 

Fuente imagen: Sitio web del Ejército de Chile (https://www.ejercito.cl/prensa/visor/alistamiento-operacional-certificacion-de-paracaidistas-y-entrenamiento-de-combate-con-tanques-en-el-norte-del-pais)